martes, 30 de diciembre de 2008

Feliz año y gracias

Queridos amigos míos:

Feliz año 2009, para vosotros y para vuestros seres queridos.

Y ¡gracias!, porque en este año que acaba me han pasado tres cosas buenas (el final de un largo juicio, el viaje a la Montaña y el inicio de este blog) y una mala (una pelea familiar), y sin vosotros, la 3ª buena no habría sobrevivido.

Así que felicidades, gracias y hasta el año próximo.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Misa de las familias

Asistió una enorme multitud, pero yo me moví con astucia, y acabé cerca del altar, en la plaza de Colón.

Habló brevemente el gran Kiko Argüello, muy aplaudido por los muchísimos kikos (neocatecumenales) que me rodeaban.

El Cardenal Rouco, en la homilía, fue muy prudente y no tocó temas políticos, para evitar el lío del año pasado. Tan sólo lamentó el terrible número de abortos que hay, y les llamó "auténticos santos inocentes de nuestra época". Grandes aplausos.

No llovió, gracias a Dios y a vuestras oraciones. Todo el rato estuvo cubierto, salvo en el momento de la consagración, en que por unos minutos se abrieron las nubes y salió un sol tibio.

En fin, en la Comunión se cantó el maravilloso poema de Santa Teresa, ya usado en la Beatificación de los 500 Mártires del siglo XX, en Roma, el año pasado:

"Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quién quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines..."

sábado, 27 de diciembre de 2008

Misa de las familias: vísperas

Mañana, en Madrid, en la plaza de Colón, Misa de las familias, convocada por el Arzobispado.

Esta Misa tiene su antecedente en el Encuentro de las Familias organizado el año pasado, en el mismo sitio, también en el último domingo del año. Fue aquel, para mí, un día luminoso, y no sólo porque hizo muy bueno. Como vivo algo aislado en la pequeña vida de mi parroquia, fue estupendo entrar en contacto con los grandes movimientos de la Iglesia. Hablaron primero algunos obispos españoles (incluido el mío, el de Madrid, claro) y luego gente de movimientos importantes. Habló, por supuesto, el gran Kiko Argüello, el santo Kiko Argüello, auténtico organizador de facto del encuentro, habló poco y pronto empezó a cantar con voz potente-profética. Habló Andrea Ricardi, fundador de la Comunidad de San Egidio. Habló un señor de la Renovación Carismática, a partir de un texto del Antiguo Testamento: un pasaje en que los israelitas se rebelaban contra Dios, una vez más, pero uno de ellos declaraba que él y su familia apostaban por Dios, hicieran lo que hicieran los demás, igual que queremos hacer nosotros, hoy, dijo el carismático: nosotros y nuestra familia volvemos a apostar por Dios, pase lo que pase.

Me fui con la idea de que, si yo tuviera que meterme en un movimiento por lo oído ese día, me haría de San Egidio o carismático. Fue, en fin, una gran mañana, espiritualmente hablando.

Como España es un país miserable y triste, lleno de odio, nada de esto se tomó en cuenta. Lo único que salió en las noticias fue que un obispo había dicho que en España se estaban recortando los derechos fundamentales y que otro había añadido que hay una política hostil hacia la familia. Lo dijeron como de pasada, entre otras muchas cosas, pero pareció que todo lo que se dijo en esa mañana fueron esas dos frases. Hubo enormes debates, grandes broncas. Y, sí, estando ya disuelto el Parlamento para las elecciones de marzo, se reunió con urgencia la Comisión Constitucional del Congreso, y todos los grupos, incluidos los ex-democristianos vascos y catalanes, atacaron a los obispos; sólo el PP les defendió, pero muy tibiamente.

Sentí dos cosas: miedo, por el odio que soltaba mucha aquella gente, 70 años después de la guerra civil parece ser que la cuestión religiosa no está resuelta en España; y, junto al miedo, orgullo, un gran orgullo de ser parte de una institución viva que logra cabrear a los políticos, que rompe la uniformidad, que motiva con dos frases que se haya de reunir toda una Comisión de un Parlamento en funciones: ni los sindicatos, ni los empresarios, ni los ecologistas, ni los periodistas, ni las feministas, ni ... ; sólo la Iglesia tiene tal fuerza social como para provocar semejante número.

Rezad para que la Misa de mañana salga bien, y (si es posible) que no llueva.

martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Muy queridos amigos míos:

Espero que Dios os dé una feliz y santa Navidad en compañía de vuestra gente, y que por unos días todos podamos olvidar los problemas y los disgustos.

Del año nuevo ya hablaremos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

El Quijote (y V)

La historia de Don Quijote acaba mal.

Don Quijote y Sancho llegan a Barcelona, donde les asombra ver, por primera vez en su vida, el mar. Allí son agasajados y queridos por mayores y por niños. Un día, Don Quijote pasea por la playa acompañado sólo por su caballo Rocinante, cuando se encuentra con el Caballero de la Blanca Luna, que le reta a combate. Sorprendido, nuestro héroe acepta: la gloria de Dulcinea está en juego. No hace falta ni siquiera que se crucen las armas: basta el roce entre los dos contendientes para que Rocinante se caiga al suelo, y con él su señor, que queda vencido. El Caballero de la Blanca Luna (en realidad, un hidalgo de su mismo pueblo) le impone una dura condición: que durante un año deje de ser caballero andante. Don Quijote, siempre fiel a las reglas de caballería, acepta.

Los once capítulos que quedan hasta el final son, ellos solos, una historia dentro de la historia, la gran historia de un hombre que se hizo grandes ilusiones con la vida y ha de retirarse, derrotado, desilusionado. Ante todo, se quita su armadura y su lanza, que irán en el asno de Sancho, y así, sin el aspecto que le vemos en todas la estampas, emprende el camino de vuelta hacia la Mancha, ya convertido en un hidalgo normal. Como diríamos ahora, Don Quijote va deprimido. No quiere quedarse a compartir la comida o la charla con los grupos de buena gente con los que se van encontrando por el camino. Pasa por los escenarios donde, en el viaje de ida, ocurrieron hechos heroicos, y que ahora le producen dolor. Ya no habrá grandes charlas con Sancho ni grandes reflexiones, sino dos obsesiones: que el escudero se dé de una vez los tres mil azotes que son necesarios para desencantar a Dulcinea y que, en vez de quedarse durante todo el año en el pueblo, se vayan con algunos amigos al monte, a vivir como pastores felices, al modo de las églogas bucólicas.

Al poco de llegar al pueblo Don Quijote enferma gravemente, quizá de melancolía. Confiesa, hace testamento y pronto cae en la agonía. Pero da un último paso: despierta y, al revés de los que caen en la locura en tales circunstancias, él cae en la lucidez: reconoce que todo ha sido absurdo, que los libros de caballerías son malditos y, en fin, que él no es Don Quijote, sino Alonso Quijano, el Bueno.

Y así se muere, cerrando la historia para siempre.

viernes, 19 de diciembre de 2008

El Quijote (IV)

Ya vimos en las anteriores entradas sobre el libro cómo Don Quijote, que en la primera parte era sólo un personaje literario, se vuelve, en la segunda, un personaje real: el libro que nosotros hemos leído, la primera parte, aparece en la segunda parte, para asombro de Don Quijote y Sancho, y todos hablan sobre ella, como pudiéramos hacerlo nosotros, que también la hemos leído. La primera parte ya no es una obra literaria, sino histórica, de la que se puede discutir si ha reflejado bien o no lo que ocurrió realmente. Ya expusimos en los tres comentarios anteriores cómo los personajes leen o han leído el libro, y las conclusiones a las que llegan al conocer a Don Quijote.

Cuando ya falta poco para llegar al final, la historia da un nuevo giro: aparece otro libro, tan real como la primera parte que hemos leído: la segunda parte del Quijote, escrita por un tal Avellaneda, natural de Tordesillas, libro que realmente se editó y vendió en la España de Cervantes. Este libro indigna a Don Quijote, no sólo porque está mal escrito, sino porque no refleja la realidad de la historia: así, dice que él dejó de amar a Dulcinea del Toboso, idea absurda y sacrílega, claro. Los personajes de la segunda parte auténtica que han leído esta continuación apócrifa reconocen pronto esto: que el Don Quijote que ellos tienen delante es el auténtico, que se parece totalmente al del libro 1º que leyeron, y que no tiene nada que ver con la continuación de Avellaneda.

Por supuesto, el indignado no es Don Quijote, sino el propio Cervantes, al que le robaron lo que ahora llamaríamos propiedad intelectual, y además con estilo mediocre. Durante estos capítulos, cercanos al final, de vez en cuando habrá pullas contra el libro falso: una señora tiene una visión del infierno, y ve a los temibles diablos de la puerta jugando a arrancar y quemar las hojas de un libro que resulta ser ... el Quijote de Avellaneda; Don Quijote hace testamento, pide perdón a todos los que ha ofendido y, entre otros, a Avellaneda, por haberle dado la idea para escribir un libro tan malo.

¿Acaba aquí la cosa? Ni mucho menos, el genio de Cervantes lleva a dar un último giro, estupendo. Nosotros creemos que Avellaneda se limitó a escribir una historia falsa, que no se correspondía con la realidad de Don Quijote. Pero, en el capítulo LXXII, ya cerca del final, Don Quijote se encuentra con otro caballero, llamado Don Álvaro Tarfe. ¿Y quién es este señor? Pues uno de los personajes principales del Quijote falso. Cervantes le mete en su novela, le da nueva vida, y al ponerse a hablar con Don Quijote sobre la primera parte se vuelve, por ello, personaje real. Y es que resulta que sí, que sí que ha existido otro falso Don Quijote y otro falso Sancho, no son mera invención de Avellaneda sino personas reales, suplantadores, con las que Don Álvaro habló y caminó. Tras charlar un rato con los auténticos, Don Álvaro reconoce que aquellos dos eran falsificadores. De esta forma genial, Cervantes da un giro asombroso: el Quijote de Avellaneda no sólo es una mala novela, sino un libro histórico que contó la historia de unos suplantadores.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Por mi barrio

Anuncio en un bar: "Horario de nochevuena y nochebieja".

Placa que venden en una tienda de antigüedades: "Las bodas celebradas por el capitán del navío sólo tienen validez durante la travesía".

Belén monumental en el escaparate de una tienda. Lo mejor, un pastorcillo que mea, con eso al aire, con un chorro que de verdad cae al río.

Como hace un año, en un balcón pequeñito, un muñeco de nieve gigantesco, de plástico hinchable. Iré a verlo todas las tardes, el año pasado se desinfló pronto y quedó ahí durante días, doblado sobre la barandilla, como triste símbolo de este tiempo pasajero.

En otro bar han adornado el escaparate con la portada del periódico del día en que Obama ganó las elecciones. ¿Son norteamericanos venidos a mi barrio? Curioso, entro a tomar un café. Sobre la caja registradora, otra foto de Obama, muy sonriente. Los que atienden no parecen de Wisconsin, son españoles de toda la vida. ¿Cuánto tiempo les durará la ilusión? ¿Qué decisión del nuevo presidente les llevará a arrancar las dos fotos?

domingo, 14 de diciembre de 2008

Belén

Pongo, por fin, el belén.

Este año uso una mesa de tamaño medio y la cubro con un tapete verde: es la hierba de Belén, claro. A la derecha está la Sagrada Familia, aún sin el Niño, y una vela. Es la vela de la fe, pero también de la caridad, porque si la giras resulta ser de Manos Unidas. El Nacimiento está separado del resto de la escena por un río, hecho de papel de plata, que me ha quedado muy bien, y sobre el río un puente hecho de pinzas de madera.

Al otro lado estamos nosotros, todos nosotros: los Reyes Magos, una china de porcelana, un negro de madera, un ángel que toca el tambor, dos chulapos típicos de Madrid, un perrito ladrador, una andaluza bailando, dos pastores muy serios, todos entre palmeras y un pequeño árbol de Navidad. De esta forma, el río pasa a ser las dificultades que tenemos para acercarnos a Dios y su caridad, y el puente de pinzas es la gracia de Dios para lograrlo.

...

El belén me queda simpático, bien. Ha habido años grandiosos, con ángeles colgados del techo, luces intermitentes, musgo que olía a musgo y varias alturas. Ha habido años depresivos, de poner el Misterio y nada más. El de este año es algo intermedio, lo que es mucho, porque no es un momento muy feliz: la crisis y el paro, mi amiga enferma cada vez peor, algún problema familiar, el anuncio del gobierno de tocar la Ley de Libertad Religiosa, el frío, la cutricie de la iluminación de Madrid, ...

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lisboa

Vuelvo a Lisboa después de 10 años.

Lisboa me gusta, ante todo, porque me recuerda al Madrid de hace 30 años, cuando yo era un adolescente: los chicos ceden el asiento en el autobús a los viejos o a las embarazadas ("grávidas"), las paredes tienen manchas y desconchones, los coches respetan los semáforos, la gente respeta las colas del autobús, la Misa está llena de gente joven, hay librerías e incluso gente comprando, las señoras llevan un peinado tremendo que se han hecho ellas solas sin ir a la peluquería, la gente se atreve a tender la ropa en la calle, las chicas no se besan en la boca por la calle, se puede poner un belén en una esquina sin que te lo tiren a pedradas, nadie pone las pezuñas en el asiento de al lado. Sí, es como volver al Madrid de 1980, aunque con mejores coches y con teléfonos móviles.

Dos elementos de decoración, muy portugueses. Toda la ciudad, hasta los barrios lejanos, tienes las aceras asfaltadas con pequeñas piedras cúbicas, blancas o negras. Millones de piedras desde el centro al último rincón: en las zonas finas, las piedras hacen dibujos, pájaros, liras, flores; en las zonas pobres, una sencilla fila de piedras negras bordea el interior de piedras blancas. Millones y millones de piedras, pacientemente puestas, piedra a piedra, así puedes llegar a asfaltar todo Portugal. Y otro, los azulejos de las fachadas: por muy pobre que sea una casa portuguesa, por muy sencilla que sea su arquitectura, en cuanto la forras de azulejos, todos alegres, todos del mismo color y del mismo dibujo, ya pasa a ser algo simpático, algo bonito, donde merece la pena vivir.

Tres monumentos. Las ruinas del convento del Carmen, con la gigantesca iglesia que se vino abajo en el pavoroso terremoto del XVIII, sólo quedan las paredes y los nervios del techo, entre esos nervios vimos venir el atardecer y la luna y la noche, en silencio. El claustro de la Catedral, viejo, oscuro, lleno de palomas que viven en los huecos siniestros entre los ladrillos, todo huele a humedad, todo huele a vejez y a vegetación, como en una leyenda de Becquer. El Palacio del Presidente de la República, palacete encantador, muy portugués, con su pequeño comedor, su pequeño despacho, su pequeña capilla, su pequeño jardincito, su pequeña balconada llena de azulejos azules y blancos, nada que ver con el gigantesco Palacio Real de Madrid, y en cada habitación un florero con flores frescas.

Cardenal Cañizares

(Queridos amigos:

Comencemos por lo importante, sigamos por lo demás)


El Santo Padre, Benedicto XVI, ha nombrado al Cardenal Arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto y los Sacramentos.

Deo gratias!!

Los viejos de este blog ya le conoceís: es el valiente Cardenal que, pese a la lluvia, pese al frío, pese al viento, hizo salir la procesión del Corpus en mayo pasado.

Que Dios le ayude al frente de la importantísima Congregación en estos tiempos de lluvia, de frio y de viento.

(Mañana o pasado hablamos de Lisboa)

jueves, 4 de diciembre de 2008

¡Até a volta!

Muy queridos amigos míos:

Me voy unos días a Lisboa.

¡¡Até a volta!!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Catecismo (6): Credos

Parte 1, sección 2, párrafos 185 a 197.

Acabada la sección 1ª de la 1ª parte, en la que se nos ha enseñado cómo Dios se dirige el hombre (Revelación) y cómo el hombre responde a Dios (fe), empieza la gigantesca sección 2ª, casi mil párrafos, donde se nos va a explicar el Credo.

Antes hay una breve introducción sobre los Credos o Símbolos de Fe o Profesiones de Fe, es decir, las listas de verdades esenciales que el cristiano ha de creer si quiere ser parte de la Iglesia. Hay dos muy importantes, el Símbolo de los Apóstoles (p. 194) y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano (p. 195), que son el Credo que diecisiete siglos después seguimos utilizando en la Misa. Junto a estos Credos tan importantes, el Catecismo explica que ha habido otros, en la Historia de la Iglesia (p. 192) dictados por Concilios, Papas o Santos. Entre ellos he descubierto uno que, ignorante, desconocía, y cuya lectura me ha parecido muy hermosa: el Credo del Pueblo de Dios, de Pablo VI (1968).

lunes, 1 de diciembre de 2008

Catecismo (5): fe

Parte 1, sección 1, capítulo 3, artículos 1 y 2, párrafos 142 a 184.

Si hasta ahora el Catecismo ha hablado de Dios que se revela al hombre, ahora concluye esta Sección con el hombre que responde a Dios mediante la fe. Hay fe cuando “el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios; con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela” (p. 143). Copia el Catecismo a Santo Tomás de Aquino: “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia (p. 155).

Así, interviene la gracia de Dios porque la fe no es un logro del hombre, sino “un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él” (p. 153). Interviene la inteligencia pues “el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu” (p. 156); el creyente (o el que aspira a serlo) intenta comprender, lo mejor posible, con su inteligencia lo que Dios ha revelado (p. 157), y para ello Dios ha dado diversas pruebas e indicios útiles a la inteligencia (p. 155). Interviene, en fin, la voluntad, pues la fe ha de ser libre, nunca impuesta, igual que Jesús invitó, sin coaccionar (p. 160).

La fe, bien entendida, no se opone ni a la razón ni a la ciencia, si éstas son honestas (p. 159); la fe no degrada ni nuestra inteligencia ni nuestra voluntad, y ahí el Catecismo pone una comparación simpática con el matrimonio, en que uno se cree lo que le dice el otro, se fía de él y presta su consentimiento a la “comunión mutua” (p. 154); la fe es al mimo tiempo una adhesión a Dios y a su Palabra (p. 150) y al mismo Jesús (p. 151, que cita a Jn, 14.1: “Creéis en Dios, creed también en mí”).

En fin, pese a ser un acto personalísimo, la fe no se vive solo, sino en comunidad, en la Iglesia: “nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo” (p. 166); “yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (p. 166). El Catecismo añade una observación muy precisa de un tal Fausto de Riez: “Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuera el autor de nuestra salvación” (p. 169).

...........

Estos dos artículos del Catecismo nos llevan a un tema delicado, doloroso, como es el de las personas que no tienen fe a su pesar. En la definición de Santo Tomás y en la explicación del Catecismo queda claro que la fe es voluntaria, y por ello tiene un componente moral, pero exige previamente que uno vea, aunque sea con dificultad. ¿Qué pasa con la gente que no tiene fe, o que la pierde, pese a su buena intención? Uno de los párrafos a los que remiten estos dos artículos del Catecismo, el p. 2088, hace una distinción importante: duda voluntaria de fe, que atentaría contra el primer Mandamiento y sería censurable, y duda involuntaria, de fe, algo doloroso por lo que el Catecismo muestra su comprensión: “la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta”.

Hace no mucho leí en el periódico una entrevista con un actor español muy viejo: a su avanzada edad, quizá ya cerca de la muerte, lamentaba no tener fe, no poder tenerla, y hablaba con envidia de los que la tenían. Esto me impresionó, por el contraste con lo habitual, cuando se entrevista a actores, políticos, escritores, y se enorgullecen de no creer en Dios como quien se ha liberado de una superstición o de la creencia en las brujas.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Cáncer

Visito a una amiga, enferma de cáncer. Va mal: sólo se curara si Dios lo quiere.

Rezad por ella.

Igual que en otros cánceres que he vivido cerca, me asombra la atención de la enferma y de sus familiares por temas muy cotidianos: una molestia en otro órgano, el aburrimiento por el insomnio, una pequeña preocupación administrativa, un cotilleo político. Diríamos que el hombre es tan pequeño que ni siquiera en los grandes momentos, con la Enfermedad o la Muerte cerca, puede salir de lo inmediato.

Al salir, paseo por un Madrid helado, con sol. Los árboles sin hojas, las pequeñas tiendas que sobreviven, las señoras con la bufanda en la boca, los coches, las casas viejas, todo, todo me parece de una belleza nueva, como si todo lo viera por primera vez, como si me hubiera operado de la vista hace poco.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Quijote (III)

Comentamos al inicio cómo El Quijote, que tiene mala fama de novelón viejo y pesado, es en muchos aspectos una novela modernísima, y en concreto en la confusión que logra entre realidad y literatura. Este fenómeno se repite, con mucha gracia, a partir del capítulo XXX de la segunda parte.

Don Quijote va por el campo y se encuentra con unos duques y su séquito, que van de caza. La duquesa, según ve al caballero y a Sancho, comprende que está ante los protagonistas de la historia que ella, su marido y todos sus amigos han leído y disfrutado. En ningún momento se dice que ella creyera que eran personajes de ficción, como los de las demás novelas de caballería. Con gran contento, invita a los dos a ir a su palacio de campo, y a partir de ahí ocurrirán diversas aventuras, todas ellas estupendas, pues los duques y sus astutos criados engañaran a Don Quijote con todo tipo de trucos. Por lo pronto, según llegan al palacio, les montan un recibimiento igual que los que en las novelas de caballería se daba a los caballeros andantes, cosa que sorprende a Don Quijote.

Como ya ocurriera en los capítulos del libro que comentamos en el primer post, esta confusión entre realidad y literatura tiene una consecuencia lógica: los lectores, en este caso los duques, saben más de lo que pasó que sus protagonistas. Así, en el capítulo XXXII, la duquesa le puede contar hechos relativos a Dulcinea que Don Quijote no conocía, y que le dejan perplejo, pues sólo los vivió Sancho. Y, al revés, en un gracioso diálogo (en el capítulo XXXIII) ella le pide a Sancho varias aclaraciones de lo ocurrido en la primera parte de la novela, cosas que se supone que Sancho vivió solo, sin que nadie las viera.

El contrapunto a esto lo da un personaje siniestro, el capellán de los duques, que en el capítulo XXX encarnaría a un crítico literario: se sorprende de que Don Quijote exista, él creía que era un mero personaje de ficción. Riñe al duque, es una vergüenza que después de haber perdido el tiempo leyendo tantas veces el libro original, ahora lo pierda hablando con un loco, y riñe a Don Quijote, que ridículo que un señor tan mayor esté haciendo bobadas por el campo, en vez de estar cuidando a su esposa y a sus hijos, si es que los tiene. Como nadie le hace caso, se enfada y se va, para alivio del lector y de los personajes.

¿Se planteó la duquesa alguna vez que llegaría a haber una segunda parte, y que ella, una persona real, saldría en el libro convertida en personaje? ¿Se pudo imaginar que las conversaciones que ella tuvo con su marido aparecerían ahí, grabadas por algún extraño encantador, y que alguna de sus amigas se las podría comentar, pasado el tiempo?

¿Se imagina el lector que lee el libro que a lo mejor algún día hay una tercera parte del Quijote en la que él salga leyendo la segunda parte?

sábado, 22 de noviembre de 2008

Agonía del semáforo

"Sostengo la tesis (falsa) de que si uno anda suficiente rato por Madrid acaba viendo siempre algo extraordinario".

En Atocha un autobús empuja a un coche, que se empotra contra un semáforo, que cae al suelo, sin rozar a ninguno de los que esperábamos para cruzar.

Lo más terrible fue que, una vez en el suelo, siguió funcionando: se encendió el disco rojo, apareció el señor verde que permite cruzar; así lo hizo algún peatón.

Me pareció como un señor altísimo, al que hubieran atropellado, y que en sus últimos momentos siguiera hablando, cambiando de opinión.

Me dieron ganas de ponerle el periódico que llevaba debajo de la parte alta, donde están los tres discos, para que no muriese con la cabeza apoyada en la acera.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El Quijote (II)

Ya dijimos que en la segunda parte del Quijote hay un cambio muy importante respecto a la primera: el héroe ya no está loco. Una divertida historia, en el capítulo XXVII, nos muestra que no sólo es cuerdo, sino prudente.

Va a haber una singular batalla, no entre ejércitos, no entre gigantes, sino entre los mozos de un pueblo y los de otro. Por una vieja historia, los del segundo pueblo se ríen de los del primero rebuznando, como si todos fueran asnos, y los ofendidos no pueden sufrir esta burla. Por ello, de vez en cuando se reúnen en un llano, para pegarse pedradas, bastonazos y lo que haga falta. Enterado Don Quijote de los preparativos, consciente de que son mozos, y no caballeros ni tropas, acude al lugar, donde sólo están aún los del bando ofendido. Allí, acompañado de Sancho Panza, se pone en medio de la tropa, y les echa un maravilloso discurso renacentista, animándoles a la paz: “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas”: la fe católica; la defensa de su vida; la defensa de la honra, de la familia y de la hacienda; el servicio al Rey y a la Patria. El caballero argumenta cómo la broma de los relinchos no está en ninguno de estos casus belli, por lo que conviene mantener la paz.

Todos le escuchan conmovidos, y Sancho también, que se emociona y empieza a recordar cómo él, cuando era joven, relinchaba maravillosamente bien. En efecto, se tapa la nariz y empieza a mugir como no lo haría el asno más asno de la Mancha. Los mozos entienden que lo hace por burlarse de ellos, como sus enemigos que no llegan, así que empiezan a pegarle golpes y tirarle piedras. Cuando el lector cree que Don Quijote, como ya hiciera en la mortal batalla de los carneros, va a sacar la espada y acometer contra tanto villano, lo que hace es espolear a Rocinante y salir corriendo de allí, aterrorizado, “temiendo a cada paso no le entrase una bala por las espaldas y le saliera por el pecho, y a cada punto recogía el aliento, por ver si le faltaba”.

Cuando, al rato, Sancho se libra de los agresores y, muy dañado, llega junto a él, le pide cuentas de su cobardía, de haberle dejado solo. Don Quijote puntualiza, con gran exactitud: “No huye el que se retira (...) pues la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo”.

martes, 18 de noviembre de 2008

Crema de plátanos

Receta para hacer crema de plátanos

Sal a la calle, date un paseo antes de la hora de la cocina. Acércate al escaparate de una pastelería de las buenas. Contempla los suizos rellenos de crema, los huesos de santo, las palmeras glaseadas, los pastelitos. Envidia al que puede comer todo eso sin engordar, odia a la gente que sale contenta con sus bandejas, siéntete desgraciado por tener que estar siempre controlando lo que tomas, compadécete de ti mismo, que hoy tienes que tomar sopa de espinacas y filete a la plancha porque durante dos semanas te has pasado mucho, pero mucho, con el menú. Vuelve a tu casa lleno de santa ira y de santa autocompasión, dispuesto a hacer una locura.

Pon a cocer leche, cuanto más grasa mejor, pero no mucha, un cuarto de cazuela basta. Pela y corta en rodajitas tres o cuatro plátanos. Abre la nevera, echa en la olla una paletada de mantequilla, echa dos o tres quesitos cremosos de los de tus sobrinos, echa (si tienes) nata líquida. Si hay por ahí alguna patata échala también, o mejor no, que tendrías que haberla cocido un rato antes, otro día lo pruebo. Apaga pronto el fuego, y echa la papilla en el pasapures. Tríturalo pero con poca potencia. Sin sacarlo, echa ázucar, echa zumo de limón, cuidado con las pepitas. Vuelve a darlo vueltas. Comprueba que haya quedado pastoso, no vale si queda líquido. Si ves que no tiene suficiente densidad, puedes echar más mantequilla, más quesitos, más platanos; también podrías echar tres o cuatro cucharadas soperas más de azúcar, pero es más fácil lograr la espesura con lo otro que te he dicho. Vuelve a batirlo, hasta que quede denso. Si no vienen niños a comer puedes echar un poco de ron, de jerez, de vino dulce, de lo que tengas por ahí.

Echa el brebaje en un recipiente adecuado y guárdalo en la nevera.

Tómalo de postre, ese día o al siguiente, sé feliz, no lo tomes diciendo “No debería, no debería”, da gracias a Dios de ser goloso y de tener todos estos baratos componentes en casa y de tener por delante años y años de proponerte ser estricto con la dieta, de ser sacrificado, de romper el muro y volver a comer a lo grande, de volverte a arrepentir, de volverte a poner estricto, de ...

domingo, 16 de noviembre de 2008

Novelas de caballería

En plena lectura del Quijote, voy a una estupenda exposición en la Biblioteca Nacional sobre el Amadís de Gaula y las demás novelas de caballería. Fueron éstas los bestsellers durante varios siglos, en Europa y (tras el Descubrimiento) en América. Comenzaron siendo historias sencillas, tipo las aventuras del Rey Arturo, y según pasó el tiempo se fueron complicando, incluyendo aventuras dentro de las aventuras, metiendo personajes mágicos o aventuras en otros mundos. Al igual que nuestras novelas en que unas continúan a otras, como las de Harry Potter, así en aquellas el héroe tenía un hijo, que en otra novela posterior era el protagonista principal, que a su vez tenía otro hijo: en un mural gigantesco, la Biblioteca explica el árbol genealógico del principal héroe, Amadís de Gaula, lleno de ramas y de subramas, desarrolladas en varias novelas.

La exposición es también muy interesante por la tipografía: desde los primeros ejemplares, escritos a mano o en letra gótica muy densa, sin separar párrafos, sin ilustraciones, se va viendo la evolución hasta llegar a maravillosos ejemplares franceses, de letra clara como la de nuestros libros, con ilustraciones delicadísimas. La exposición incluye una curiosa novela de caballerías editada en hebreo, en Constantinopla.

Hay paneles donde se cuentan anécdotas que demuestran el éxito de estas novelas. Llegó un gran señor a su casa y se encontró a su esposa, a sus hijas y a sus criadas, todas llorando. Se asustó y preguntó que qué desgracia había ocurrido. La esposa, llorosa: "Pues señor, ¡hase muerto Amadís!", mientras le enseñaba el libro.

Hay una zona bien interesante, dedicada a América: lo que los descubridores españoles iban viendo les parecía tan maravilloso que sólo podían compararlo, en sus crónicas y en sus cartas, con lo que habían leído en los libros de caballería. Y, en concreto, uno de ellos, al descubrir lo que ahora es la provincia argentina de Santa Cruz, se encontró con unos indios gigantescos, muy amables, que le recordaron a un gigante de una novela de caballerías que había leído: el gigante Patagón. Por eso, les llamó "patagones", y de ahí la actual Patagonia.

Concluyo: la obra expuesta que más me conmovió fue un "original de imprenta", un libro ya hecho en imprenta, usado para correcciones y para la censura previa de la Inquisición y el Consejo Real: si te fijas, ves las palabras corregidas, las letras tachadas, las señales del corrector, y en un margen, junto a algo tachado, escrito por mano de alguien que ya murió hace mucho, la palabra "caualleros", que había que incluir en el texto.

viernes, 14 de noviembre de 2008

El caso Neira

Vive España pendiente de este triste caso. En agosto pasado, en un hotel del pueblo de Majadahonda, un tío gigantesco empezó a gritar y a zarandear a su chica. El profesor Jesús Neira, que estaba cerca, se acercó e intentó defenderla. El tío gigantesco se le enfrentó y le pegó tal paliza que el valiente ciudadano quedó desde ese día en coma. Algunos médicos dijeron que era un coma irreversible, tan graves eran las lesiones. Tuvo suerte el señor de que aún no se hubiera aprobado la Ley de la Eutanasia: algún doctor Montes (1) compasivo le podría haber puesto una inyección para que dejara de sufrir.

Dios es grande, y el profesor Neira, sorprendentemente, ha salido del coma y ha empezado a hablar, torpemente aún. Tiene épocas mejores y épocas peores pero parece ser que va a salir adelante.

El lado ridículo, que no puede faltar nunca en España, lo puso su chica, la agredida, que fue a varios programas de la tele y a varias revistas a defender ... ¡al agresor! Que si el pobre estaba nervioso, por efecto de una droga; que si no le estaba pegando; que si la culpa la tuvo ella, porque recibió una llamada de otro hombre; que quién le mandaba al profesor meterse en medio. Esta reacción, tan grotesca, ha horrorizado a las buenas gentes, y también a las feministas, que tras hacer campaña durante años para que las mujeres víctimas de violencia doméstica denunciaran a los hombres que las pegan y no les perdonaran, se encuentran con esta moza disculpando al tío que la estaba pegando.

Para mí, para mi caso particular, el caso tiene además una lectura personal. Soy muy cobarde para enfrentarme a la gente que se comporta mal a la sociedad: los chicos que pisan los asientos del autobús, los chicos que pisan los bancos, los chicos que ponen la radio alta por la calle, los chicos que fuman en el Metro, ... Nunca me atrevo a decir nada, pero luego me voy lleno de rabia: “Cómo degenera todo”, me digo. Y añado: “Eres un cobarde, porque si te atrevieras a decirles algo, seguro que se arrepentirían de su mal comportamiento y no pasaría nada”.

El caso Neira demuestra que esto no es así: que a veces, por intentar ser un buen ciudadano, puedes acabar muy mal.

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(1) El doctor Montes: doctor madrileño, procesado por sedaciones excesivas que habrían causado la muerte de decenas de personas; fue absuelto y ahora es el héroe de la izquierda española.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Catecismo (4): Sagrada Escritura

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 3, párrafos 100 a 141.

Decíamos ayer ...

Este artículo del Catecismo empieza con una declaración de San Pablo: “al oír la palabra de Dios que os predicamos la acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis” (1 Tesalonicenses 2, 13). Así es, según el Catecismo: la Sagrada Escritura no es sólo “palabra de hombres”, sino que realmente es la Palabra de Dios (párrafo 104). “Dios es el autor de la Sagrada Escritura”, el Espíritu Santo la inspiró (que no dictó) (párrafo 105) a través de los hombres concretos que fueron sus autores (párrafo 106). Esta definición de Palabra de Dios, esta inspiración, se aplica tanto al Antiguo Testamento (párrafos 121 y 123) (pese a que algunos de sus elementos sean “imperfectos y pasajeros” (párrafo 122)) como al Nuevo Testamento (párrafo 124). La consecuencia de ello es que la Sagrada Escritura es la verdad (párrafo 107), en la que podemos apoyarnos para construir nuestra vida y buscar nuestra salvación.

Dicho esto, el Catecismo aclara que el cristianismo no es una “religión del Libro” (párrafo 108), que nos lleve a aplicar literalmente todo lo que dice, hasta la última coma, como les pasa a las sectas fundamentalistas, sino una realidad viva, inspirada por el Espíritu Santo (párrafo 108). Hay que tener muy en cuenta el sentido literal de las Escrituras, por supuesto (párrafo 116), pero no sólo eso, sino también el espiritual (párrafo 117), comprendiendo las circunstancia históricas en que se escribieron (párrafo 110). Por todo ello, el Concilio Vaticano II propuso tres criterios de interpretación: la unidad interna de todas las Escrituras, no viendo párrafo a párrafo (párrafo 112), la Tradición de la Iglesia (párrafo 113) y la cohesión interna de todas las verdades de fe (párrafo 114).

A la verdad espiritual de todas las Sagradas Escrituras se añade, en el Nuevo Testamento, y muy especialmente en los cuatro Evangelios, la verdad histórica: no son una alegoría ni un recreación de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús (párrafo 126.1), sino una narración real de lo que “hizo y enseñó realmente” (párrafo 126.1), y lo mismo se puede decir de la vida de la primera Iglesia.

En fin, una idea preciosa: por ser las Escrituras Palabra de Dios, “la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo” (párrafo 103).

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El Cardenal Van Thuan, en el capítulo 7 de Testigos de esperanza, explica cómo fue aislado en la prisión comunista durante varios años, cómo le quitaron su Evangelio, cómo en trocitos de papel fue escribiendo 300 párrafos de la Sagrada Escritura de los que se acordaba, para leerlos de continuo. “Observa una sola regla, el Evangelio. Esta constitución es superior a todas la demás, es la regla que Jesús dejó a sus apóstoles. No es difícil, complicada o legalista como las demás; al contrario, es dinámica, suave y estimulante para tu alma”. Poco antes había escrito: “la autentica escucha de la Palabra se traduce en obediencia, en hacer lo que exige. Hay que dejarse trabajar por la Palabra hasta el punto de que llegue a informar toda la vida cristiana”.

martes, 11 de noviembre de 2008

Agua estancada

A veces veo mi alma como estas fuentes que hay en los parques, en las que continuamente cae un chorro desde un surtidor. El agua que cae es la gracia de Dios, y sería fácil dejarla correr ("Mi yugo es suave"), y que todo (la caridad, la Misa diaria, la oración) saliera bien. Sin embargo, van cayendo hojas en el desagüe de la fuente, de la vida, por lo que el agua deja de correr y se estanca: empieza a oler mal. Cuando esto ocurre, le pido a Dios que destapone el desagüe y que el agua vuelva a ser corriente, clara.

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Cuando uno no tiene una vida normal, cuando uno no se ha casado ni ha tenido hijos, tiene que cuidar mucho sus relaciones con los demás. Es verdad que uno tiene familiares, amigos y conocidos que le quieren y uno les quiere a ellos, pero aún así hay que tener cuidado con los brotes de egoísmo o de paranoia.

Uno de mi oficina se jubila y da una copa de despedida. Mi primera reacción, rara, es "No vayas, no tendrás nada que hablar con nadie". Con gran esfuerzo y ayuda de Dios le echo valor, bajo, y lo paso bien: incluso gente con la que no he tenido mucho trato se me acerca, se interesa por mis temas, es amable conmigo. Salgo contento.

Hay que tener cuidado, hay que rezar por los demás, hay que hacer cosas por los demás, estar disponible para ellos.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Rabia

Estoy rabioso. Contra todo pronóstico, Zapatero (no España, no, sino Zapatero) va a ir a la cumbre de Washington, gracias al presidente Sarkozy. No sólo eso: Obama le ha llamado y ha estado charlando un rato con él, para agradecerle su felicitación, después de que Bush, durante 4 años, no haya pasado del "Hello, boy, how are you?" No sé cómo, pero este tipo siempre logra lo que se propone.

Caigo en la desesperación. Nunca nos libraremos de él. Estará cuatro Legislaturas, como Felipe González, no se irá antes de 2020, cuando yo ya tenga 55 años. Da igual que siga el ceporro de jefe del PP o que pongan a otro. Da igual todo, nunca se va a ir, siempre se sale con la suya.

(Más rabia: cierran dos emisoras de la Conferencia Episcopal, en Cataluña, y se reconoce que los billones que regalamos a los bancos no se van a emplear en préstamos a las familias o las empresas, como ya sospechábamos).

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Para evitar la depresión o la locura es preciso rezar, y volver a centrarse en la vida personal. Tras las semanas veloces, vuelvo a la lentitud. Me confieso aunque no tocara aún, limpio profundamente mi casa, llamo a gente pendiente, vuelvo al Catecismo, vuelvo al Quijote, vuelvo a las 1080 recetas.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Rosario

Rezas el rosario para recordarle a María grandes cosas que le ocurrieron en vida. Es como si todos los lunes llamas a un amigo y le dices "Vaya suerte tuviste al nacer en Madrid", y todos los martes "Vaya suerte tuviste al estudiar Derecho", y todos los miércoles ...

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¿Te parece una devoción pesada, larga? Reparte los cinco misterios a lo largo del día: tres minutos por la mañana, tres minutos antes de comer, tres minutos por la tarde, ... Será como si tuvieras cinco macetas de flores blancas y las repartieras por tu jardín.

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Aunque tengas la cabeza espesa, aunque nunca se te ocurra nada, si rezas el rosario nunca volverás a tener miedo al tiempo vacío, al autobús que no llega, al médico que se retrasa. Serás como esos adolescentes que no pudiendo estar solos ni pensativos, en seguida sacan el celular/móvil para hablar con los amigos. Tú tampoco volverás a estar solo ni aburrido.

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¿Te resulta monótono repetir 50 veces el Avemaría a lo largo del día? ¿Es como ir por una carretera recta? Pues ¡¡métele curvas que te obliguen a ir atento!!

"Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo". Esto no se puede tocar: se lo dijo el ángel a María, de parte de Dios.

"Bendita tú eres ..." Retócalo, relacionándolo con el Misterio que rezas: "Bendita tú eres entre todas las mujeres yendo hacia el Calvario y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, con la cruz hacia el Calvario".

"Santa María ..." ¿Ofreces cada Misterio por algo o por alguien? Mételes en la parte final, y añade una jaculatoria que se te ocurra, relacionada con lo que pides: "Santa María, madre de Dios, Madre de Cuba, ruega por los cubanos, pecadores, ahora y en la hora de su muerte, amén".

"Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres de camino al Calvario, bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, con la cruz hacia el Calvario. Santa María, madre de Dios, madre de Cuba, ruega por los cubanos, pecadores, ahora y en la hora de su muerte. Amén".

(Más sobre el Avemaría).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Obama

Ha ganado Obama, y por una vez la expresión "acontecimiento histórico" es exacta: por su raza y porque liquida el mandato de George Bush. Veremos si el nuevo Presidente tiene mejores soluciones para un mundo que cambia muy deprisa.

El senador Mc Cain, nuestro candidato, ha perdido muy honorablemente, con un magnífico 47% de los votos. Esto nos hace pensar que si no hubiera cometido un par de errores durante la campaña, como nombrar a Sarah Palin o amenazar con abandonarlo todo por la crisis económica, quizá podría haber ganado. Le ha pesado como un ancla ser del mismo partido que Bush, es muy difícil presentarte como el candidato del cambio necesario si tú también eres republicano.

Yo me lo he pasado muy bien durante la campaña: primero, siguiendo las primarias de cada partido; segundo, estudiando día a día las encuestas de cada Estado. Mc Cain tuvo un repunte esperanzador en verano al nombrar a Sarah Palin, pero pronto se vio que esta señora era un bluff. Para mí han sido meses muy entretenidos, como no los pasaba desde hacía varias elecciones presidenciales; casi me dan ganas de que pasen tres años y volvamos a empezar con las nominaciones.

El primer asunto que ha de afrontar Obama es la grave crisis económica, donde se supone que más o menos seguirá con las decisiones de estas últimas semanas, tomadas de común acuerdo entre los dos grandes partidos. Viene después en importancia la guerra de Irak. Él ha prometido a los electores que Estados Unidos se va a ir de allí, mucha gente le ha votado por ello, pero todos sabemos que esto es algo imposible, hoy por hoy: no queremos un segundo Líbano. En fin, está el problema de las cuestiones éticas (aborto, investigación con embriones, clonación, matrimonio gay, eutanasia), donde este señor se ha comportado como un liberal peligroso en sus años en el Senado. Al parecer, el problema no es tanto los proyectos de Ley, que allí son más bien tema de los congresistas y senadores, sino del nombramiento de magistrados del Tribunal Supremo, donde a Bush no le ha dado tiempo, en ocho años, a crear una mayoría pro-life.

Como dirían ellos, God bless America, y también a todos los demás, que falta nos hace.

martes, 4 de noviembre de 2008

Velocidad

Días de velocidad en mi vida, de ocurrir demasiadas cosas por minuto.

Hay un problema en el cambio de las tuberías de la casa, soy el presidente de la Comunidad, hay que hablar con el administrador, hay que hablar con el arquitecto, hay junta urgente, voy atemorizado, como siempre, pero todos los vecinos muestran un buen juicio asombroso. Hay que organizar las visitas a la Semana de la Ciencia. Hay que buscar un abogado con urgencia, a una compañera con cáncer la quieren imponer la invalidez, eso no puede ser, parece que todos los abogados de Madrid están saturados de trabajo y nadie te recibe. Al final ¿estaban seguros los ahorros en el banco antiguo, lo están en el banco nuevo, conviene llevarlo todo al Tesoro público? Hay que montar un cumpleaños, 10 o 12 personas, un cumpleaños sorpresa, según la gente va confirmando un día a los nuevos les viene mal, y la fecha que les viene bien a los nuevos les viene mal a los primeros. Hay que tener una bronca con una de las hermanas, nadie se atreve a hacerlo. Hay que hacer una reclamación en la oficina, todos nos hacemos trampas unos a otros. Hay que ...

Días sin paz, sin cabeza clara ni para el blog, ni para el Catecismo, ni para el Quijote.

Sí, ya lo sé: qué frivolidad, todo esto es nada y menos que nada, comparado con los 200.000 señores que van al paro cada mes, con el cáncer de mi compañera, con la monja española que ha perdido los pies por una bomba en el Congo. Nada y menos que nada. Pero cada uno siente las cosas como suele ser su vida, y acostumbrado a ir a 20 Km/hora, me da vértigo ir a 100 Km/hora, el coche va demasiado deprisa y siento que en cualquier momento se puede estrellar.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Cementerio

Visito a mis difuntos y evito el barullo de Todos los Santos. Viven en un cementerio de pueblo, silencioso, tranquilo. Tras las tapias, a lo lejos, no se ven las casas, se ven allá a lo lejos los montes y el cielo azul y la copa de los árboles.

Al lado de las lápidas de mis difuntos hay otras en las que los familiares han mantenido la vieja costumbre española de poner fotos del muerto. Esto es siniestro o bonito, según tenga uno el día. Cuando estoy hablando con mis difuntos, cada uno en un extremo del pequeño cementerio, sus vecinos de nicho me miran, muy fijamente, y a mí se me ocurre una reflexión como de Borges. ¿Conocerían en vida mis difuntos a estos sus vecinos definitivos? A lo mejor sí, a lo mejor iban juntos a las reuniones de viejos de la parroquía, o al médico, o al parque. A lo mejor hablaron mucho en vida, a lo mejor fueron amigos, a lo mejor se pelearon, sin adivinar que años después iban a estar juntos para siempre, pared con pared de nicho. Como se ve, uno se distrae con poco, cuando está hablando con sus difuntos.

Cerca de uno de ellos hay un nicho un poco triste. Allí enterraron a una niña sudamericana, india, de menos de dos años de edad. "Creí que a esa edad ya no se moría nadie en España", dirá un frívolo. Pues sí. Lo que ocurre es que para la familia es como si la niña siguiera viva. Deben ser pobres, porque no cambiaron la tapa de plástico por una lápida de mármol, como hacemos todos los demás. En esa tapa provisional de plástico, que para ella es para siempre, pegaron una foto de la niña. Pegaron la foto, y al lado van pegando y quitando cosas: una flor seca, un muñecote, una piruleta, una guirnalda (en Navidad), una carta de otro niño. Parece un chiste, ya lo sé, como de realismo mágico, pero es que es así. La cosa tiene más mérito porque el nicho está altísimo, deben de usar una escalera de los sepultureros.

El otro difunto que me impresiona es un chico, también con foto, que murió con 32 años. Te mira muy serio, algo triste. Este chico me hace pensar mucho, cómo no, en mi propia muerte. "Si yo hubiera muerto con 32 años ...". Como el tiempo no pasa para los muertos, la reflexión es cada vez más lejana. "Si yo hubiera muerto con 32 años, ya llevaría 6 años muerto, y nada habría cambiado en el mundo", me decía al inicio. Luego fueron 7 años muerto, 8 años muerto, 9 años muerto, ...

El otro día, cuando estuve en el cementerio para evitar el barullo de Todos los Santos, me dije: "Si yo hubiera muerto con 32 años, llevaría ya 11 años muerto, y nunca habría puesto en marcha mi blog". De verdad que pensé esto, fíjate qué frívolo.

Hacía una tarde de sol, no como la de hoy.

lunes, 27 de octubre de 2008

El Quijote (I)

Hace meses volví a leer las dos partes del Quijote; las leí deprisa, divirtiéndome, sin apenas tomar notas. Con la primera, publicada en 1605, me reí con las locuras de Don Quijote y las simplicidades de Sancho Panza: fue divertido. La segunda, publicada en 1615, me sorprendió, pues no la recordaba tan profunda. La gran diferencia entre ambas partes es ésta: en la segunda Don Quijote ya no está loco. Le pasan muchas menos cosas, lo que le ocurre ya no es de risa, y a cambio hay muchas buenas conversaciones, muchas reflexiones profundas. Comprendí que debía volver a leer esta segunda parte para aprovecharla mejor, y a ello me he puesto ahora.

Ante todo, no comprendo la fama que tiene el libro de ser un novelón viejo y pesado. Me parece que tiene rasgos de una modernidad absoluta: Don Quijote es más moderno, más contemporáneo, que mucha de la literatura española del XVIII y del XIX. Esto se ve en uno de los primeros capítulos, el III. Don Quijote, que convalece de los palos que recibió en la primera parte, es visitado por el bachiller Sansón Carrasco, que ha leído sus aventuras en la primera parte del libro. Esto sorprende mucho a Don Quijote, pero también al lector: con este truco, Don Quijote, que es un personaje de ficción, se convierte en un personaje real, y la primea parte de sus aventuras ya no es una imaginación de Cervantes, sino la narración real de lo que ocurrió. Ello da lugar a un capítulo bien divertido, pues charlan sobre las aventuras pasadas y el bachiller Carrasco le hace notar que el que escribió esos hechos reales cometió algunos fallos: Sancho Panza vuelve a montar el asno que le han robado, no se sabe qué ocurre con un saco lleno de monedas. Don Quijote y su escudero le explican lo que realmente ocurrió, para que Sansón Carrasco (y con él, todos los lectores de todos los tiempos) no se queden sin conocer parte de la verídica historia.

La conclusión de esta mezcla de realidad y ficción viene poco después, cuando caballero y escudero han vuelto a salir de aventuras. Sancho le pregunta a su señor cómo es posible que alguien conozca conversaciones y hechos en que sólo ellos dos estuvieron presentes, y Don Quijote ha de recurrir a la solución de siempre: sin duda, les persiguen encantadores, que oirían todo y se lo contarían al redactor de su historia.

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En el divertido capítulo X Sancho Panza se venga de su señor, que en la primera parte, cuando aún estaba loco, creyó ver gigantes donde había molinos, creyó ver ejércitos donde había rebaños de ovejas, creyó ver un castillo donde sólo había una venta. Don Quijote, ante de afrontar nuevos desafíos, ha decidido ir a saludar a su señora, Dulcinea del Toboso, a la que nunca ha visto, y pide a Sancho que le guíe hacia ella. Cuando están llegando al pueblecito, Sancho ve venir a tres mozas a lomos de sus burras; se baja, se arrodilla ante una de ellas (la más gorda y fea) y dice a su señor que ésa es Dulcinea. Ante el asombro de Don Quijote, que ve la triste realidad, el escudero, malicioso, usa el mismo argumento que tanto usó el caballero en la primera parte: ¿no ve Don Quijote a la verdadera Dulcinea? Eso ha de ser que un mago le ha encantado para que no vea la realidad. El pobre caballero, confuso, ha de presentar sus respetos a la moza gorda, que huele a ajo, hasta que ella y sus compañeras se cansan de la escena, se van a la carrera, la gorda se cae y, echando una carrerita, vuelve a subirse en la pollina. Este drama, el drama de que su dama esté encantada y que sólo él sea incapaz de verla, perseguirá a Don Quijote durante toda la segunda parte.

viernes, 24 de octubre de 2008

Humillación

Hay gente que es que no aguanta una broma.

El pasado mes de septiembre, el presidente Zapatero declaró en Nueva York:

"Hemos superado a la media europea y a Italia [en renta per cápita], cosa que deprime mucho al primer ministro Berlusconi [risas]; pero nuestro objetivo es superar a Francia en tres o cuatro años, y esto no lo quiere ni oír mi amigo Sarkozy"[más risas].

Yo creo que lo dijo sin mala intención, sin afán de ofender a estos dos señores: fue, creo, un comentario algo presuntuoso, algo paleto, pero nada más. Es como cuando hace años dijo en Túnez que recomendaba a todos los países que hicieran lo mismo que él, que se fueran de Irak y que dejaran solos a los Estados Unidos en aquel lodazal: tampoco creo que lo dijera con ánimo de hacer daño, ¿no?

Ahora, el citado Sarkozy y su amigo Bush están montando una cumbre para "refundar el capitalismo" (????). Al cónclave han invitado a los 7 ricos del G-7, al del G-8 (Rusia) y a los del G-20, que son varias organizaciones internacionales y 11 países más: Argentina, México y Brasil; Turquía; Sudáfrica; Arabia Saudita, India, China, Indonesia y Corea del Sur; Australia. Pero no a España, que se jacta de ser la 8ª economía del mundo, por delante de (por ejemplo) Canadá.

La noticia ha sentado como un gran bofetón en España, por dos razones fundamentales:

Porque, aunque no lo sepamos explicar, sentimos que España es superior a algunos de estos países. ¿Realmente Turquía, que lleva años suplicando que le dejen entrar en la Unión Europea, pesa más en el mundo que España? ¿O la India, con las imágenes horrorosas de niños desnutridos y trenes descarrilados? Menos mal que no han invitado a nuestros vecinos de Portugal y Marruecos, el tortazo habría sido de K.O.

Porque, con tanta gente invitada, ¿no se podía haber hecho un huequito para España? Donde comen 20 ¿no pueden comer 21, o 22, o incluso 23? ¿Tanta diferencia hay? Es, sí, como cuando va a haber una boda, tú vas a ser el invitado 317, y los novios deciden invitar sólo a 316, porque si no va a ser muy caro.

Los que no somos socialistas nos hemos tomado esto con mucha risa, pero esto es una frivolidad irresponsable: al final, no sólo es el presidente Zapatero o su gobierno los que salen perjudicados, sino toda la nación, que ya lleva demasiados años siendo despreciada en todos los escenarios del mundo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Ex viuda

Leído en el periódico de ayer:

"Durante estos años, además de consolidar legalmente su relación con Adriana Abascal, la ex viuda del magnate mexicano Emilio Azcárraga, ..."

Se admiten sugerencias para definir la expresión subrayada en el texto.

martes, 21 de octubre de 2008

Catecismo (3): Tradición y Magisterio

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 2 párrafos 74 a 100.

Quedábamos en el artículo anterior ante la duda de si bastaba o no el Evangelio, como dijo Lutero. Este nuevo artículo, el 2, responde: no, también son necesarios la Tradición y el Magisterio.

La Tradición es la transmisión viva de la predicación apostólica, distinta de la escrita del Evangelio, que hace la Iglesia desde su fundación por Jesús (párrafos 78 y 81): Dios no dejó de hablar a la Iglesia tras la redacción del Evangelio, sino que lo sigue haciendo siempre, hasta el fin de los tiempos (párrafo 79), y la Iglesia proclama esa Tradición "con su enseñanza, su vida y su culto" (párrafo 78). La Tradición, pues, es distinta del Evangelio, pero muy vinculada a él (párrafo 78). Esta unión queda reflejada por una frase muy bella de San Hilario de Poitiers (párrafo 113):

"La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos."

Que desde el primer momento existió la Tradición es demostrado por el Catecismo (párrafo 83) con un argumento contundente: "la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva", al recoger lo que hasta ese momento eran enseñanzas orales.

La suma del Evangelio y de la Tradición es llamada "depósito de la fe", y el párrafo 84 cita dos frases de San Pablo (1 Timoteo 6,20 y 2 Timoteo 1,12-14) en las que el Apóstol anima a ser cuidadosos con ese "depósito".

Además de la Tradición, la Iglesia tiene el Magisterio, "oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita", según el párrafo 85. Los párrafos 888 a 892 concretarán, en su momento, en qué consiste esta función del Magisterio.

Conclusión tajante del párrafo 95: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas". ¿No basta, pues, sólo con el Evangelio? No: todos sabemos los errores a los que puede llevar la sola Scriptura, sin el amparo de la Tradición y el Magisterio.

domingo, 19 de octubre de 2008

En la carnicería

(Días de no poder leer el periódico ni leer la radio: la orden del Juez Garzón de abrir las fosas de muertos republicanos, en la Guerra Civil, provoca en mí una naúsea, un asco físico, similar al que tienes cuando tomas leche en mal estado)

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Voy a la carnicería, el sábado por la mañana: hay muchas clientas y sólo dos carniceros atendiendo.

En mi carnicería no se pide número, sino vez. "¿Quién da la vez?", pregunto al llegar. Un gentleman mayor (al que llamaremos cliente 42º), que parece estar con su esposa, se vuelve y amable me dice "Yo". Así que es como si yo fuese el cliente 43º. Al rato entra una chica, bajita y pelirroja: "¿Quién da la vez?" "Yo", le digo: pasa a ser la clienta 44ª. Es éste un buen sistema. Por mucha gente que haya, por mucha gente que entre, por mucha gente que se mezcle con los clientes de la pollería o de los fiambres, uno sólo tiene que atender una cosa: al cliente que le ha dado a uno la vez. Lo demás da todo igual.

Hay que tener cuidado con esto: no sólo por uno mismo, sino por los que vienen detrás de uno. Si uno es el cliente 43º, de que uno esté atento depende la suerte no sólo de uno mismo, sino tambien del cliente 44º, 45º, 46º, ... Si uno no está atento y cuándo el carnicero (el A o el B, tanto da) pregunta "¿Quién va ahora?" y uno no dice que él y lo dice, en plan avispado, el cliente 51º, tras el cliente 51º vendrá el 52º, y tras el 52º el 53º, y así sucesivamente, y uno mismo y los que vienen detrás de uno (es decir, del 43º al 50º) estarán horas esperando, a ver cúando les toca.

(Durante la espera se me ocurre que esto es equiparable a los católicos de cada generación, en cada país: si consienten que se cuelen los otros, el perjuicio viene no sólo para uno, sino para todas las generaciones de católicos futuros que vienen detrás de uno, que a lo mejor están esperando horas a que les toque su turno, mientras ven ir pasando a los otros)

Cuando por fin me toca, me ocurre lo peor de lo peor que le puede pasar a un hombre de orden como soy yo. Están atendiendo, por fin, a la esposa del cliente 42º, así que cuando el carnicero B dice "¿Quién va ahora?" yo grito "Yo". Me empieza a atender, muy amable. Al poco, el carnicero A acaba y dice "¿Quién va ahora?", y la clienta 44ª, la pelirroja, dice con entusiasmo "Yo". Entonces, el gentleman, el cliente 42º, se vuelve y con mucha corrección y amabilidad le dice "Perdone, estaba yo antes".

Le miro asombrado, y descubro, con horror, que la señora que estaba a su lado todo el rato no era su esposa, sino la clienta 41ª, que no tenía nada que ver con él, pese a estar todo el rato a su lado. Oh, horror de los horrores, pues me he colado, sin querer. Cuando acaba mi pedido, me acerco a él, humilde, y le pide disculpas; él dice "No tiene importancia", y realmente parece que no tiene importancia para él, yo insisto en humillarme pero él reitera que no me preocupe, que no tiene importancia.

Salgo de la carnicería con un sabor amargo.

...

(En la frutería todo vuelve a ser de color de rosa. El dependiente es un castizo, que a las señoras mayores les llama guapas y a las de mediana edad las llama niñas. A mí me llama joven, cosa que nadie me llamaba desde hace 13 años. Me trata, efectivamente, como si yo siguiera siendo joven. Salgo de la frutería tan contento, reconciliado con la vida).

viernes, 17 de octubre de 2008

Los dos decretos de Zapatero

Como los malos estudiantes que no hacen nada durante el trimestre y los últimos días antes del examen estudian 20 horas seguidas, así el presidente Zapatero, después de haber negado la crisis económica durante meses, después de haber dicho en Nueva York que el sistema financiero español era el mejor del mundo, ha aprobado de golpe dos Decretos-Ley que ponen a disposición de los bancos y las cajas la fabulosa cantidad de 150 mil millones de euros (25 billones de pesetas) (124 billones de pesos chilenos, creo) (647 mil millones de pesos argentinos, me parece).

¡¡¡Viva la santa desvergüenza!!!

Mediante el Real Decreto-Ley 6/2008, el gobierno se compromete a comprar los títulos de bancos y cajas. Hasta ahora, el señor A pedía dinero al banco B para comprar un piso; el banco B (que en realidad no tenía el dinero) emitía un título por el valor de ese préstamo, que le compraba el banco C (alemán, estadounidense, inglés, ...). Todos contentos: el señor A, porque se había comprado un piso y haría todo lo posible por pagar su deuda con el banco B, deuda avalada con un piso que subía un 10% su valor cada año; el banco B (español) porque con ese dinero pagaba al banco C y se quedaba con los intereses; el banco C (extranjero) porque recibía su capital. /// Esto se ha acabado: el señor A está en el paro o en riesgo de ir al paro, así que el banco C no se atreve a darle dinero al banco B para que éste se lo dé al señor A. Mediante el Real Decreto, aquí viene el Estado, sustituye al banco C, extranjero, y le compra el título al banco B. Si al final el señor A no puede pagar al banco B y el banco B al gobierno, no pasa nada.

Mediante el Real Decreto-Ley 7/2008, el gobierno avala todos los préstamos que se hagan los bancos entre si. El banco D le pide un millón de euros al banco E, el banco E se los presta, el banco D no se lo puede devolver (por ejemplo, porque el señor F no le devuelve a él sus préstamos), no hay problema, es el Estado el que lo devuelve al banco E, y ya veremos si luego se lo reclama o no al banco D. Dan ganas de hacerse banco para prestar dinero a otros bancos.

La santa desvergüenza. Primero, porque en ambos Decretos se dice que todo esto se hace no para ayudar a los bancos, sino a las familias y a las pequeñas empresas, que podrán pedir los euros a estos señores. Jajajajaja. Digo yo que si esto fuera así, sería mejor darle el dinero directamente a las familias, ¿no? 150 mil millones de euros entre 35 millones de ciudadanos sale a más de 4.000 euros per cápita, si no me equivoco. Pero no: nada en los dos Decretos obliga a bancos y cajas a dárselo a la gente, salvo una vaga apelación bondadosa en la exposición de motivos del primero. El dinero, se sospecha, es para que bancos y cajas paguen sus deudas monstruosas con los bancos extranjeros.

Segunda santa desvergüenza: en el primer decreto se dice que esta salida de dinero no le va a costar nada al Tesoro, a los contribuyentes. Segundo jajajajaja. Dice que los títulos que se van a comprar van a ser de la máxima calidad, y que en su día, cuando los bancos les devuelvan el dinero, con ello se pagará la deuda pública, sin tener que subir los impuestos. Si son tan buenos los títulos ¿cómo es que no los compran los bancos extranjeros? No: es el Estado el que se endeuda ahora para lograr la macro-cifra del inicio, con lo cual al final la deuda la pagarán los contribuyentes.

....

Oyes, estemos atentos a ver cuándo sigue el reparto de billones: a ver cuando les toca a los 100.000 nuevos parados al mes que no van a encontrar puesto de trabajo, a los emigrantes que se tienen que volver a América, a las pequeñas tiendas de barrio que están teniendo que cerrar todas, a la gente que cada vez más tiene que ir a los comedores de Cáritas.

jueves, 16 de octubre de 2008

30 años

Hoy es el 30º aniversario de la elección de Juan Pablo II, nuestro querido padre.

"...un nuovo vescovo di Roma. Lo hanno chiamato da un paese lontano... lontano, ma sempre così vicino per la comunione nella fede e nella tradizione..."

Hoy, como aquella tarde oscura, Deo gratias!!!!!

miércoles, 15 de octubre de 2008

… y dos más

Aquí tenéis dos estupendos enlaces para conocer Madrid, que es mi ciudad. Incluso aunque no os interese mucho el tema, os recomiendo leer los dos artículos y ver los dos reportajes de fotos que colgó Julián, porque todo ello me ha parecido excelente.

Éste es el hotel Nacional, donde ocurrió la anécdota de la
vieja sudamericana
: está entre el Jardín Botánico y la estación de Atocha.

Ésta es la procesión del Corpus, la fallida procesión del Corpus que os conté: como veis, no sólo no iba a llover, sino que incluso sale el sol.

Ésta es la estación de Atocha, donde ocurrieron parte de los tremendos atentados del 11 de marzo; éste es el Ministerio de Agricultura. Ambos están en la glorieta de Carlos V, muy cerca de mi casa, y yo paso delante de ellos siempre que voy o vengo al centro.

Ésta es la estatua de la Cibeles, símbolo de la ciudad, pese a que es muy fea; a veces he pensado que si mi blog, tan madrileño, tuviera una marca, sería la cabeza de la diosa (o la de uno de los leones).

Ésta es la bola del reloj de la puerta del Sol: en Nochevieja baja al dar las 12, y toda España toma las uvas con su sonido. Antes era más divertido, porque dejaban entrar con botellas y tirarlas al aire tras las campanadas; ahora ya te controla la policía, sólo puedes pasar con vasos de plástico.

Ésta es la entrada a los jardines del templo de Debod, adonde yo iba a jugar de niño. En medio hay un templo egipcio, pequeño pero auténtico; es una lástima que Julián no haya puesto una foto del edificio, sobre todo al anochecer.

Ésta es una de las grandes novedades de la ciudad: una pared cubierta de vegetación, al lado del nuevo Caixa Forum, que va creciendo en vertical, y que de vez en cuando hay que recortar con una grúa, como si a la pared le salieran pelos.

lunes, 13 de octubre de 2008

viernes, 10 de octubre de 2008

Catecismo (2): Revelación

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 1, párrafos 50 a 73.

Tras explicar en el capítulo anterior que el hombre tiende a Dios, en éste se desarrolla que Dios se revela al hombre a través de los siglos. Lo hace libremente (párrafo 50), para que los hombre puedan "responderle, conocerle y amarle" más allá de lo que les permitiría su sola razón (párrafo 52). El párrafo 53 cita una frase muy bella de San Ireneo de Lyon: a través de los siglos, según se va revelando, Dios se acostumbra al hombre y el hombre se acostumbra a Dios, como en un noviazgo, añado yo.

En los párrafos 54 a 65 se resumen las etapas de esta Revelación, comenzando por Adán y Eva, terminando por Jesús. Al hablar del fin de la Revelación en Cristo, el Catecismo usa una frase excelente en el párrafo 66, que da paso al capítulo siguiente: "aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada", y ahí es donde entra en juego la Iglesia: se trata de estudiar la alegación de Lutero (sin citarle), relativa a que si la Revelación, el Evangelio, son suficientes, qué derecho tiene la Iglesia a seguir inventando normas y doctrinas.

...........

No se puede pensar en la Revelación sin pensar en la Iglesia.

Intento ver la Revelación desde los ojos de un deísta, de alguien que cree firmemente en la existencia de Dios (o del Ser Supremo) pero al que le parece absurdo pensar que Él se ha revelado durante siglos a los hombres, y ha dictado cientos de páginas de los libros sagrados de las religiones, en concreto del Evangelio. Desde el punto de vista de ese deísta, ¿qué se pierde antes? ¿Deja de creer en la Revelación porque deja de creer en la Iglesia o deja de creer en la Iglesia porque deja de creer en la Revelación? Probablemente, lo primero: se cree (o se deja de creer) en la Iglesia, después se cree (o se deja de creer) en la Revelación, en el Evangelio.

Que éste es el orden (1º Iglesia, 2º Evangelio) se ve en dos ideas:

1º Hay gente que cree en la Iglesia sin dar el segundo paso, sin conocer bien el Evangelio, pues no lo leen; conocen bien los mandamientos de la Iglesia pero no el Evangelio.

2ºHay gente culta, deístas, agnósticos, que conocen bien el Evangelio, pieza fundamental de nuestra cultura occidental, sin que ello le lleve a creer que eso es la Palabra de Dios. Les parecerá que sus autores, los hombres que los escribieron, eran hombres inteligentes de buenas intenciones, pero nunca creerán que Dios ha inspirado esas páginas.

...

La lectura de la institución de la Eucaristía puede conmover a cualquier persona sensible, pero por mucho que lo lea, quizá no llegue a creer en la presencia real de Cristo.

El que se acerca a la vida de una parroquia o de una familia católica puede acabar convirtiéndose por su buen ejemplo y creer, entre otras muchas cosas, en la Comunión, que empezará a recibir con devoción, aunque a lo mejor no sepa leer y no conozca bien el pasaje del Evangelio.

Así que creo que el orden es: creer en la Iglesia, creer en la verdad de la Revelación en el Evangelio.

(Salvando siempre, claro, la inspiración directa que el Espíritu Santo pueda hacer en el corazón del que no cree, de la forma que le parezca más oportuna, sin límites)

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ella le cuenta a él

No se ven hasta la hora de cenar.

Para ella es muy importante contarle a él todo lo que ha hecho durante el día, con mucho detalle. “Cogí el autobús, iba ese conductor que tú ya sabes, el del pelo rapado, hoy iba contento, llevaba puesta Kiss FM, la que tu hermana nos contó la otra noche cenando que le gustaba oír en la ducha, le dije, le dije al conductor que cuánto había tardado, pero se lo dije en buen plan, eh, sin reñirle, cuánto has tardado, eh, a él le hizo gracia, no se lo tomó a mal, se rió, me dijo, así riéndose, mejor, tonta, así tienes que estar menos tiempo en el trabajo, me hizo gracia su comentario, a todo esto quería subir una chica con su carrito, y yo en medio, y la chica va y dice ...”. Hay noches que la narración le dura el tiempo de la preparación de la cena, del primer plato, del segundo plato y de medio postre. Él va diciendo “¡qué curioso!” o “¡qué faena!” o “¡qué barbaridad!”, y ella sigue. Sólo cuando ella se enfada o se angustia o se entusiasma él le habla largamente, para poner las cosas en su sitio.

Ella nota, durante el día, que al hacer las cosas piensa cómo se las contará a él por la noche, e incluso a veces ese pensamiento le hace variar de comportamiento. ¿Para qué se va a enfadar con una compañera del despacho si él, esa noche, le va a recordar que eso es una tontería?

Desde que se conocen, ella ya no tiene que llevar diario.

A ella le conmueve mucho que él, que a veces parece que no le presta atención, se acuerde meses después de algo pequeño que ella le contó: “Aquella vez que te equivocaste de parada de Metro ...”.

A ella le parece un poco extraño que él no sienta esa misma necesidad. Él le habla mucho de sus lecturas de ciencias y de las películas que va a ver y de lo que ha pensado sobre la vida. Pero cuando ella le pregunta, en la cena, qué tal le fue el trabajo, él se limita a decir “Ya sabes, lo de siempre”, y cuando le pregunta que si ha hablado con su madre, él responde “Sí, lo habitual”.

(Ella a veces se ríe pensando en lo divertido que sería tener una amiga que la llamara a las 12 de la noche para que le contara las horas que está con él, las horas de su día que no le puede contar a nadie. “Él llegó a cenar con su abrigo beige, ya sabes, el del último cumpleaños, ¿te acuerdas? ...”)

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(Estos posts sobre ella y él parecen un homenaje al blog de AM)

domingo, 5 de octubre de 2008

Alicia

Leo "Alicia en el país de las maravillas", de Lewis Carroll, en una edición muy bien comentada.

La introducción nos explica que el cuento tuvo un enorme éxito, y que ya desde el inicio la gente adulta supo ver que aquello era mucho más que un cuento fantástico. Desde entonces a nuestros días se han estudiado ampliamente sus intuiciones en la lógica, en el estudio del lenguaje, en el psicoanálisis, ... En concreto, el prologuista explica que gran parte de su éxito entre los niños y los adolescentes es porque supo reflejar bien el terror del niño que se hace adolescente, el terror del adolescente que se hace adulto, y que va entrando, capítulo a capítulo, en el mundo absurdo de los mayores. Esto me ha parecido verdad, y se ve bien en varias partes. Así, en el capítulo IV, cuando Alicia empieza a crecer (de altura) rápidamente dentro de una casa, hasta que todo le resulta pequeño, incómodo. O en el capítulo siguiente, en el V, cuando al hablar con la Oruga comprende que de tanto crecer y decrecer ya no sabe,exactamente, quién es, o no puede recitar correctamente las poesías de su infancia, como le ocurre al adolescente que deja de ser niño.

Pero, fuera de tanta profundidad, yo he leído el libro como un amable cuento, muy bien redactado, que te hace reír muchas veces, como cuando la Falsa Tortuga le cuenta a Alicia sus estudios en el colegio del mar,donde estudiaban lenguas muertas como "el Batín y el Friego". O cuando la Tortuga le suelta la siguiente reflexión:

"Nunca imagines no ser de otro modo que lo que a los demás les parece que eres o hubieras sido o pudieras llegar a haber sido, sino todo lo contrario".

Si pones esta frase en tu blog, sin decir de quién es, tus lectores creerán que eres un autor muy profundo.

En fin, un excelente consejo, que le da el Rey al Conejo Blanco en el capítulo XII, en pleno juicio final:

"Comienza por el comienzo, continua por la continuación y finaliza en el final". ¡¡Gran consejo para ir por la vida!!!

Sigo ahora con la continuación, "A través del espejo".

viernes, 3 de octubre de 2008

¡Toros!

Tarde de toros en Las Ventas: es tan grande la afición a “la Fiesta”, como se dice en España, que han tenido que inventarse una Feria de Otoño, antes de que acabe la temporada.

Los toros son, en España, una democracia imperfecta. El público (“el respetable”) opina todo el rato, y más aún el público de Madrid, que es muy exigente. Puede parecer que la faena va bien, en cada una de sus fases, pero el público rápido empieza a opinar, vía gritos, vía palmas, vía pitos: esto va demasiado deprisa, esto va demasiado lento, están picando al toro en exceso, le están dejando demasiado vivo. Esto es democracia. Pero es imperfecta, porque al final el que manda es el Presidente de la corrida, en su palco, con sus gafas negras. Tiene un gran pañuelo blanco que de vez en cuando, descuidadamente, deja caer sobre la barandilla. Frente a él, al otro lado de la plaza, hay un tambor y varios timbales, que según ven el pañuelo dan un redoble: hay que acabar con una fase y pasar a la siguiente, o lo que sea. De ahí viene un dicho español que significa que tienes tu última oportunidad: “le dieron el tercer toque”, si el torero (o quien sea) se está entreteniendo demasiado: el tercer toque le dice que ya vale, que lo deje y remate. Esta democracia imperfecta (el público propone, el Presidente dispone) se usa en el trance más importante, decidir si se premia al torero con una oreja, con dos orejas, con dos orejas y el rabo o con nada.


El toro muere, sin apelación: le toreen bien o mal, el toro muere. Pero en su muerte, inapelable como la de todos nosotros, puede haber grandeza. El toro puede embestir y defenderse, puede dar un gran espectáculo, pese a que todo esté perdido para él, o puede intuir que todo va a dar igual y desentenderse de la faena. Los seis de ayer (en realidad, novillos) eran un poco funcionarios, hicieron lo justo y gracias, pero yo he visto toros con muchísima más dignidad que los toreros que les toreaban. El colmo fue uno tan bravo, tan elegante, tan entregado, que una vez muerto la gente pidió (y el Presidente concedió) que saliera dando la vuelta al ruedo, entre aplausos, honor sólo reservado a los grandes toreros en las grandes tardes.


Casi nunca les pasa nada a los toreros, no hay ningún morbo por parte del público: se va a ver si torea bien o mal, no si le coge el toro o no. Por eso, cuando muy excepcionalmente hay un susto, es susto doble, porque nadie se acuerda de que el toro (500 kilos, o más) puede matar al torero. Ayer ocurrió. El torero del sexto y último toro, un chico casi adolescente, estaba desesperado: el público ya estaba harto, todo le parecía mal, todo lo pitaba, y él estaba perdiendo la gran oportunidad de su vida. Así que empezó a hacer todo tipo de machadas, en plan de mover el capote por detrás suyo, o tocar al toro en los cuernos: necesitaba que la gente pidiera, al final, la oreja. El toro se hartó de tanto juego, y sin previo aviso le pegó un golpe con la cabeza, le tiró al suelo y le pasó por encima. Salvó la vida porque sus banderilleros llegaron corriendo, movieron las capas y se llevaron al toro; si no, éste se habría dado la vuelta, le habría corneado en el suelo y le habría matado. /// Miré a la chica que estaba a mi lado: estaba llorando y su novio la consolaba. Menos mal que era el último toro, si no habrían tenido que irse a mitad de la corrida. Las lágrimas de la chica me conmovieron, me hicieron pensar. Todos los demás tuvimos, quizá, cierta brutalidad, cierta frivolidad: el hecho de que ella se conmoviera porque un chico de 20 años hubiera estado a punto de morirse me llegó al alma, me dejó algo triste (todo esto, en apenas tres minutos).

jueves, 2 de octubre de 2008

La tragedia de la mantequilla

“Leíamos —tú y yo— la vida heroicamente vulgar de aquel hombre de Dios. —Y le vimos luchar, durante meses y años (¡qué "contabilidad", la de su examen particular!), a la hora del desayuno: hoy vencía, mañana era vencido... Apuntaba: "no tomé mantequilla..., ¡tomé mantequilla!"

Ojalá también vivamos —tú y yo— nuestra..., "tragedia" de la mantequilla.”


(Punto 205 de Camino)

martes, 30 de septiembre de 2008

Autobuses de Madrid

Basta con ir en el autobús en el lado contrario al que vas siempre (detrás del conductor, al otro lado del conductor) para ver un Madrid que hace mucho que no veías.

Basta con tener que ir un día en los asientos que van en sentido contrario a la marcha del autobús para tener una perspectiva de los edificios y de los coches que nunca habías tenido.

Basta con coger una línea que nunca habías usado para ver un Madrid desconocido, mucho más interesante que si te vas de viaje a Tailandia o a Brasil.

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Me gusta tanto ir junto a la ventana, viéndolo todo con mucha atención, olvidado del mundo, que no puedo comprender lo que hace tanta gente en los autobuses de Madrid: sentarse en el asiento junto al pasillo, dejando vacío el asiento junto a la ventana. Prefieren ir solos a ir viendo las calles. Creo que con ello se hacen la ilusión de que van en un taxi, solos. El truco funciona: antes que pedirles paso, la gente prefiere ir a asientos peores, o incluso, oh simplicidad, quedarse de pie.

Me gusta fastidiar a esta gente, pedirles que me dejen pasar. A veces te miran con odio, a veces miran hacia atrás, como diciendo "¿Es qué no hay sitios libres, es que me tiene que robar mi soledad?" A mí me da igual: porque me gusta ir junto a la ventana y porque me gusta castigar su afán de soledad, impropio de un transporte público.

Haber ahorrado más, haber trabajado más, haber pillado un taxi.

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No sé porqué, el otro día iba en el autobús tan melancólico, tan débil, que agradecí mucho que una señora se sentara a mi lado. Cuando al rato se quedo libre un asiento de los que van solos, me dio taquicardia: como se levante y se vaya allí, como me deje solo, me pongo a llorar. No sé si ella lo notó, pero lo cierto es que se quedó a mi lado, hasta que al rato fui yo quien la tuve que dejar sola a ella.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Catecismo (1): ateísmo

Parte 1, sección 1, capítulo 1, párrafos 27 a 49.

El capítulo empieza por el párrafo 27, donde se dice que “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre”, de todo hombre, y que sólo en Él encuentra su felicidad. El párrafo 30 cita la famosa frase de San Agustín (“Nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti”), y el 33 añade y desarrolla que “el hombre (todo hombre) se interroga sobre la existencia de Dios”. La citada búsqueda de la felicidad se recoge, mejor aún, en otro párrafo al que remiten el margen, el 1718, que ya no es teología, sino poesía: “(...) el deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer”. En fin, muy honestamente el párrafo 29 admite que mucha gente no sigue este deseo de conocer a Dios, por diversas causas, entre las que cita el mal ejemplo de los creyentes o la indignación por la existencia del mal en el mundo.

......

El párrafo 27, del que el resto es un desarrollo, me ha hecho pensar mucho. ¿Realmente se puede entender, hoy en día, que esto siga siendo así, que todo hombre tenga una tendencia natural hacia Dios? Mi duda viene del caso de España, donde hasta hace no mucho todos éramos educados en una visión creyente del mundo, incluso los hijos de los agnósticos o los ateos. Todo el mundo creía en el Niño Jesús en Navidad, el relato de la Pasión nos era familiar a todos, casi todo el mundo hacía la Primera Comunión. Por eso, se puede decir que la gente que era agnóstica o atea lo era al crecer, al madurar, como un rechazo a la tradición que había recibido y que, de mayor, abandonaba.

Ahora empieza a haber el fenómeno de niños ateos, cuidadosamente apartados por sus padres de cualquier formación religiosa, no digo sólo católica, sino religiosa. Yo he visto a niños que no comprendían las figuras elementales de un retablo, en una catedral (el Crucificado, la Virgen, los ángeles), y que sus padres se las explicaban con la condescendencia con la que podríamos hablar de las historia de Júpiter y de Venus; es fácil ver blogs o páginas webs de adolescentes y jóvenes con una visión totalmente atea de la vida (por ejemplo, ante la muerte).

Queda el tema de la felicidad. En España se ha generalizado una ética que podríamos llamar hedonista, moderadamente hedonista: la vida está hecha para disfrutarla, disfrutarla moderadamente, con inteligencia, sin hacer daño a los demás; no conviene sufrir si no es por una buena razón, y de ahí la comprensión general por la eutanasia.

Viendo a estos niños, que ya son ateos, me pregunto: ¿habrá en ellos, como dice el párrafo 27 del Catecismo, una tendencia a Dios, que en algún momento difícil de la vida les lleve a plantearse si sus padres no estaban equivocados, si realmente no existirá Dios (vamos, una crisis de fe, pero en sentido contrario)?

sábado, 27 de septiembre de 2008

Días de miedo

Días de miedo: al petardazo económico; a que quiebren los bancos y las cajas españoles; a que, aunque no quiebren, tengamos nuestro particular corralito y no se pueda sacar más que una pequeña parte de los ahorros. Hay gente que compra cajas fuertes, para llevárselo todo a casa. Ya no se debe tener todo en un único sitio.

Días de tener que ir de bancos, preguntando las condiciones de los depósitos, las garantías que dan; días de irte fijando en los detalles de las oficinas a las que vas (otra gente retirando su dinero, nervios de los banqueros, oferta de intereses desesperados), y de buscar datos en internet (nunca supuse que Bloomsberg o Moodys puntuasen a las pequeñas cajas españolas). Algunos de los banqueros a los que visitas, con muy poca ética profesional, te dan fotocopias que demuestran lo mal que están los otros bancos.

Días de llamar al Banco de España, para conocer las garantías legales que tienen los depósitos, si ocurriese algo: según te cogen el teléfono y les empiezas a formular la pregunta, te cortan, te sueltan la explicación y te cuelgan, a esperar al siguiente temeroso.

La alegre proclama del presidente Zapatero, en Nueva York, esta semana, según la cual el sistema bancario español es el más seguro no sólo de Europa, sino de todo el mundo, ha contribuido a agravar el terror. Cuando ayer fui a Caja Madrid, a informarme de sus condiciones, la chica, agotada, me pidió: "Por favor, vuelva el lunes, si no le importa: he respondido hoy tantas veces a esa pregunta, que ya no puedo más"

jueves, 25 de septiembre de 2008

Eclesiastés

“¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!

¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?

Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece.

El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez.

El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso.

Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir.

Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar?

Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!

Si hay algo de lo que dicen: "Mira, esto sí que es algo nuevo", en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros.

No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras en aquellos que vendrán después”.

(Traigo aquí el inicio del Eclesiastés porque ha sido la lectura de hoy, en Misa, y me he quedado muy impresionado; creo que debo leerlo despacio y reflexionarlo bien)

(El texto viene de Catholic.net)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

En el otorrino

Desde que estuve en la playa, en agosto, tenía molestias en el oído derecho. Cuando tosía era como si alguien me diera golpecitos ahí, así que al final me he animado a ir al otorrino.

El otorrino tiene su consulta en el barrio más fino de Madrid, el barrio de Salamanca. La sala de espera tiene estucos en el techo, como un palacete, y de uno de ellos sale una lámpara con veinte bombillas; desde la ventana veo a las señoras ricas entrar en las tiendas caras, aunque ninguna sale con bolsas.

El otorrino me recibe serio, y me sienta en una silla como de dentista. Mete por mi oído una especie de punzón, y me enfoca con una lampara potente. ”¡Ah, sí, tiene usted un cuerpo extraño”. ¿Un cuerpo extraño? Hay que ser un médico fino para decir algo así, en vez de “una cosa” o “algo”.

Gira mi cabeza hasta que el oído queda paralelo al suelo y me echa agua oxigenada. Me vuelve a poner normal y me pega una palangana al cuello (no hay problema: tiene un entrante que encaja en mi cuello). Dispara un chorro de agua, nada, dispara otro chorro de agua y suena un ruidillo metálico, como de moneda que cae. “Mire lo que era”, me dice:

Sobre la palangana de plata, en medio del charquito de agua, reposa un minúsculo grano de arena de playa.

..............

¡Quién me diera,
Dios mío,
un otorrino del alma,
que sacara los granitos
que taponan mi alma,
que taponan mi vida,
que taponan mi corazón,
y así poder volver al mar!

lunes, 22 de septiembre de 2008

Catecismo

Queridos amigos:

Me he comprado el Catecismo de la Iglesia Católica (sí, admito que no lo tenía), en su versión soft, formato pequeño, tapas blandas y papel fino. Viene con un librito resumen de preguntas y respuestas, y todo ello metido en una bonita caja dura.

Espero que esta compra mejore el nivel teológico de este blog.

......


Mi primera sorpresa ha sido que dí por supuesto que empezaría hablando de Dios: de su existencia, de sus características, de su capacidades, no desde la Biblia, sino en abstracto, en plan metafísica. Un apartado, digamos, que pudieran leer con interés un cristiano, un musulmán, un hindú. Luego ya se iría concretando: el Dios revelado, el Dios cristiano, el Dios católico. Abrí el tomito con temor, por mis pocas nociones de filosofía.

Y sin embargo, esto no es así. Empieza hablando de la actitud del hombre hacia Dios : el deseo de conocerle, la capacidad de hacerlo, las vías para hacerlo. No digo esto como crítica, claro, sino por un exceso de racionalismo por mi parte. En ningún lugar del índice se refieren al concepto metafísico de Dios. La Iglesia, Madre y Maestra, debe entender (con razón) que qué necesidad tiene un católico de meterse en sutilezas sobre Dios, en abstracto, cuando hay tanto que decir de Dios revelado.

El índice alfabético, bajo el concepto “Dios”, remite a una parte bien interesante, muy clara, a la explicación de la definición que Dios da de Sí Mismo a Moisés: Yo soy el que soy (epígrafes 199 a 213). En concreto, el epígrafe 212 explica muy bien qué puede significar esa enigmática frase: todo y todos somos relativos, nuestra existencia es breve, mientras que Él ha existido desde siempre y seguirá haciéndolo por siempre, intemporal e inmutable.

(No voy a leer el Catecismo así a saltos, según me apetezca cada día, sino ordenadamente, empezando por el epígrafe 1, incluso quizá por el Compendio que le acompaña).

Luto

Por el militar Luis Conde, de 46 años, asesinado por ETA en Santoña, Cantabria, con un coche bomba aparcado junto a una Academia militar.

viernes, 19 de septiembre de 2008

La cena

Fueron a cenar a un restaurante al que iban mucho, antes de casarse.

Ella comprendió pronto que había sido un error ir allí. Al aburrimiento de todas las cenas se unió la pena, recordando lo felices que habían sido en aquellos años. A cada uno le interesaba mucho lo que hacía el otro, le pedía muchos detalles de lo que contaba, se emocionaba con aquello. ¡Vaya charlas que tenían, de horas y horas! Parecía, sí, que cualquier cosa tonta que se contaran fuese, en realidad, un gran acontecimiento que merecía ser detallado. ¡Qué pena cuando se tenían que separar! Se casaron felices por haber encontrado a alguien tan interesado en sus pequeñeces.

Con el paso de los años, cuando él le contaba a ella otra vez un problema con un adolescente del instituto, cuando ella le contaba a él la visita de un comercial a la empresa, era otra vez el mismo rollo de todas las veces, un asunto que ya había oído contar miles de veces y que ya no era interesante, ante el que ya no había nada serio que decir. Casi lloró al recordar a sus padres. ¿Por qué, se preguntaba ella mientras tomaban la sopa en silencio, a su padre le seguía pareciendo muy curioso lo que le contaba su madre del cuidado de la casa, y a su marido ya no le interesaban nada ni los pequeños asuntos de la empresa, ni sus pequeños problemas de salud, ni los pequeños hechos que veía desde el coche? (Tampoco a ella le interesaban los de él, aunque ella no se diera cuenta de esto).

Todo empeoró aún más cuando ambos, para huir del aburrimiento, se buscaron nuevas actividades. Ambos vieron con recelo aquello, en la cabeza ajena: era un mundo nuevo, desconocido, que no existía cuando se conocieron ni cuando se casaron. Él no quiso saber casi nada de los cursos de ella, ella no quiso saber casi nada de los deportes de él. Lo que habría tenido que ser un nuevo aliciente para sus charlas se convirtió en un nuevo vacío, en otro síntoma de lejanía. Ninguno quiso acompañar al otro en las aventuras que iniciaba.

Ella se sintió desgraciada.

Él buscaba a una camarera muy mona que trabajaba antes allí: ¿es que la habían despedido?

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Reaccionario

Definición del carácter reaccionario (que no es lo mismo que la ideología política reaccionaria):

Hace 20 años todo iba mejor que ahora,
y esto me enfurece;
dentro de 20 años todo irá peor que ahora,
y esto me asusta.

(Dos cosas endulzan la dureza de esto:

la creencia en la Providencia de Dios, saber que Él acabará ganando, saber que Él escribe derecho con renglones torcidos;

la fascinación ante las bellas cosas nuevas que va dando la vida:
qué hermosa esta nueva maceta que han puesto,
qué guapo este nuevo niño que ha nacido,
qué admirable este nuevo tratamiento médico que han descubierto)

martes, 16 de septiembre de 2008

En el suburbio

Voy a un suburbio de Madrid.

En el tren que me lleva se suben dos punkies, él delgadísimo, ella gordísima. En cierto momento, se dirigen a la puerta que da a la pasarela entre los vagones. Van pasando por turno, cada uno está un tiempo dentro mientras el otro vigila (él desafiante, ella riéndose), adivina qué estaban haciendo. Lo asombroso no es esto, sino que ningún viajero les dijimos nada, lo que avala, una vez más, esta idea: que lo horrible de nuestro tiempo no es la maldad de los malos, sino la cobardía de los buenos.

Dos protestantes jóvenes, con sus revistas, me intentan parar. Al rato veo que han logrado ponerse a charlar con un viejo. Como siempre, me parecen admirables e imitables: si de 50 personas paran a 20, y si de esas 20 una acepta sus revistas e ir a su iglesia, su mañana ya habrá valido la pena.

En el aparcamiento público hay muchos autobuses, muchos eslavos y muchas mesitas con productos en venta. Cada autobús tiene un cartel con el nombre de una ciudad polaca; otros están en cirílico, pero la matrícula tiene una banderita que resulta ser la de Ucrania. Los polacos y los ucranianos entregan paquetes y dinero a los conductores, o los reciben tras enseñar un documento. Todos se saludan muy alegres, se abrazan, pero en voz baja, sin pegar los gritos de los españoles.

Un ciego está junto a una gran avenida, con un cartel al aire en el que pone “Taxi”. No soy capaz de ofrecerme a ayudarle, y luego, como siempre, me viene el arrepentimiento. Lo gracioso de este caso es que, hace pocos días, pensé: “¿En qué cosas concretas me pediría Dios que fuera más generoso con los demás?”, y no supe qué responderme.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Gracias

Gracias a Dios y (en parte) a vuestras oraciones, los médicos han dicho a mis amigos que la niña viene bien, sin síndrome de Down, sin ninguna otra enfermedad. Ha sido un gran alivio, sobre todo para ellos, tras unas semanas muy tensas.

¡¡Gracias!!