miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Quijote (III)

Comentamos al inicio cómo El Quijote, que tiene mala fama de novelón viejo y pesado, es en muchos aspectos una novela modernísima, y en concreto en la confusión que logra entre realidad y literatura. Este fenómeno se repite, con mucha gracia, a partir del capítulo XXX de la segunda parte.

Don Quijote va por el campo y se encuentra con unos duques y su séquito, que van de caza. La duquesa, según ve al caballero y a Sancho, comprende que está ante los protagonistas de la historia que ella, su marido y todos sus amigos han leído y disfrutado. En ningún momento se dice que ella creyera que eran personajes de ficción, como los de las demás novelas de caballería. Con gran contento, invita a los dos a ir a su palacio de campo, y a partir de ahí ocurrirán diversas aventuras, todas ellas estupendas, pues los duques y sus astutos criados engañaran a Don Quijote con todo tipo de trucos. Por lo pronto, según llegan al palacio, les montan un recibimiento igual que los que en las novelas de caballería se daba a los caballeros andantes, cosa que sorprende a Don Quijote.

Como ya ocurriera en los capítulos del libro que comentamos en el primer post, esta confusión entre realidad y literatura tiene una consecuencia lógica: los lectores, en este caso los duques, saben más de lo que pasó que sus protagonistas. Así, en el capítulo XXXII, la duquesa le puede contar hechos relativos a Dulcinea que Don Quijote no conocía, y que le dejan perplejo, pues sólo los vivió Sancho. Y, al revés, en un gracioso diálogo (en el capítulo XXXIII) ella le pide a Sancho varias aclaraciones de lo ocurrido en la primera parte de la novela, cosas que se supone que Sancho vivió solo, sin que nadie las viera.

El contrapunto a esto lo da un personaje siniestro, el capellán de los duques, que en el capítulo XXX encarnaría a un crítico literario: se sorprende de que Don Quijote exista, él creía que era un mero personaje de ficción. Riñe al duque, es una vergüenza que después de haber perdido el tiempo leyendo tantas veces el libro original, ahora lo pierda hablando con un loco, y riñe a Don Quijote, que ridículo que un señor tan mayor esté haciendo bobadas por el campo, en vez de estar cuidando a su esposa y a sus hijos, si es que los tiene. Como nadie le hace caso, se enfada y se va, para alivio del lector y de los personajes.

¿Se planteó la duquesa alguna vez que llegaría a haber una segunda parte, y que ella, una persona real, saldría en el libro convertida en personaje? ¿Se pudo imaginar que las conversaciones que ella tuvo con su marido aparecerían ahí, grabadas por algún extraño encantador, y que alguna de sus amigas se las podría comentar, pasado el tiempo?

¿Se imagina el lector que lee el libro que a lo mejor algún día hay una tercera parte del Quijote en la que él salga leyendo la segunda parte?

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