viernes, 9 de enero de 2009

Catecismo (7): Dios

Parte 1, sección 2, capítulo 1, artículo 1, parágrafo 1, párrafos 198 a 231.

La explicación del Credo empieza, lógicamente, por “Creo en Dios”. Pero ¿quién es Dios?

El Catecismo copia (pár. 205) la impresionante narración del Éxodo, 3. Moisés, que está pastoreando el rebaño de su suegro, ve cómo una zarza arde sin consumirse: es Dios, así que se cubre la cabeza con el manto, en señal de temeroso respeto. Dios se le presenta como “el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Esto es su descripción, y cuando Moisés le pide su nombre (su definición, diríamos hoy) Dios proclama:Yo soy el que soy. “Éste es mi nombre para siempre”, añade (pár. 205). (“El nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida. Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima” (pár. 203)).

Esta definición no nos permite comprender a Dios (San Agustín: “Si lo comprendieras, no sería Dios”, pár. 230), pero sí acercarnos lejanamente a su esencia: “Sólo Dios ES. (...) Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen ni fin. Mientras todas las criaturas han recibido de Él todo su ser y todo su poseer, Él sólo es su ser mismo y es por si mismo todo lo que es” (pár. 213).

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En contraste con esta elevada exposición, todo vuelve a ser más sencillo cuando el Catecismo nos recuerda otra definición de Dios, ésta de San Juan: “Dios es amor” (1 Juan 4, 8 y 4, 16) (pár. 221). “El ser mismo de Dios es amor”, aclara este párrafo, y eso es lo que permite comprender que Dios siempre nos perdona, que Dios siempre sigue salvándonos (pár. 218 y 219).

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