lunes, 21 de febrero de 2011

Cuenta atrás

Día a día, mes a mes, llevamos la cuenta atrás para las elecciones generales en las que (quizá) se irá Zapatero. Están previstas para el primer domingo de marzo de 2012, por lo que dentro de unos días dejaremos de contar en años y meses (queda un año y un mes) para pasar a hacerlo en meses y semanas (quedan 11 meses y 3 semanas). Todo, sí, como el preso que espera su libertad o el enfermo que aguarda su operación.

De todas las cosas que tememos de Zapatero, una de las más preocupantes es las Leyes nuevas. ¿Cuánto tarda en hacerse una Ley en España?, ¿cuándo podremos estar tranquilos? Entro en la página web del Congreso de los Diputados, estudio el apartado de tramitación de Leyes, veo que en los Proyectos que manda el gobierno y que no son urgentes ni se delega su aprobación en la Comisión correspondiente, el plazo medio es de 7 meses, como un parto prematuro, así salen las Leyes que salen, hay otras (como la del Aborto) en que el plazo fue mayor, 9 meses, como un embarazo bien llevado. Si tenemos en cuenta que la disolución habrá de ser más o menos en Navidad y restamos 7 o 9 meses a diciembre, veremos que sólo en abril o mayo podremos descansar tranquilos.

(Y, a estas alturas, ¿qué temo? En el discurso de investidura de 2008 Zapatero anunció cuatro Leyes oscuras. Una de ellas, la del Aborto, ya se aprobó. Otra, la de Libertad Religiosa, fue aparcada hasta la próxima Legislatura. La tercera, la de la Eutanasia, había sido pospuesta sine díe porque no había demanda social, ahora han vuelto a amenazar con ella diciendo que no es de eutanasia sino de muerte digna, qué bellas palabras usan siempre. De la cuarta, de Igualdad de Trato, no habíamos oído hablar durante tres años, pero hace poco la han vuelto a airear. Bajo ese hermoso nombre (¿quién puede oponerse a que se trate igual a la gente igual?) se esconde una amenaza terrible a la libertad, en concreto a la libertad de la Iglesia. ¿Podrá denunciar una católica a su obispo porque no la admite en el seminario, cosa que sí hace con los católicos varones? ¿Podrá querellarse un homosexual contra un predicador que considere censurable su vida sexual, cosa que no hace con la de dos heterosexuales casados?)

viernes, 18 de febrero de 2011

En el Metro

Iba en el Metro una familia, el padre y el hijo a un lado, la madre y la hija al otro. Iban callados y pensativos. Entonces la hija se acercó los dedos pulgar e índice de la mano derecha a la boca, como si llevara una caña, y con la mano izquierda parecía que metiera algo, una bolita de papel que no existía. Infló los carrillos, miró fijamente al padre, sopló fuerte y disparó. Él, inmutable, movió la cabeza, evitó el tiró, miró levemente a la ventanilla detrás suyo y sonrío triunfador. La niña volvió a acercarse la caña imaginaria a la boca, volvió a meter una pelotita inexistente, volvió a coger aire y disparó otra vez, pero de nuevo el padre eludió el disparo. Al tercer intento no tuvo tanta suerte, se llevó la mano a la frente, puso cara de dolor, miró la mano a ver si había sangre, no la había, menos mal. La niña sonrió vencedora. Pero él decidió responder. Abrió mucho los dedos pulgar e índice de la mano izquierda, como si tuviera un tirachinas, y con los dedos pulgar e índice de la mano derecha empezó a tirar hacia atrás la goma y el proyectil que sólo ellos dos veían: en la boca crispada se veía que hacía un esfuerzo grande, achinando los ojos. Cuando ya había tirado suficiente, abrió los dedos de la mano derecha, disparó, pero la niña agachó la cabeza rápido y evitó el tiro. Muy ágil, sin darle tiempo al padre a rearmarse, ella volvió a llevarse la caña inexistente a la boca, volvió a disparar, falló, el padre montó rápido el tirachinas de aire, tiró, esta vez la niña se llevó la mano a la boca, cerró los ojos, respiró, abrió los ojos, miró con susto la mano por si le había roto un diente, sonrió tranquila cuando vio que no. Tras intercambiar varios disparos, unos con éxito, otros sin él, el padre empezó a fingir que se hurgaba en la nariz con el índice derecho y que sacaba un moco, un gran moco invisible, que empezó a moldear para dispararlo. La niña, aterrorizada, se tapó la cara con el brazo.

A su lado, la madre y el hijo estaban ausentes, mirando al infinito: sin duda, ya habían visto este show demasiadas veces.

martes, 15 de febrero de 2011

Terror

Un viento de terror barre España. Se clausura por dos meses un restaurante en Marbella. ¿Qué grave delito se cometía ahí? ¿Tráfico de drogas, abuso de menores, torturas a animales? Algo mucho peor: se permitía fumar.

El gobierno anima a los ciudadanos a delatar a quien incumpla la Ley anti-Tabaco.

Hablamos de algo importante, como es la libertad. Libertad del dueño de un restaurante o de una cafetería o de un hotel para poner en su establecimiento las normas que quiera. Libertad de los fumadores para fumar si lo permite el dueño del local. Libertad de los no fumadores para no ir a aquellos locales donde se permita fumar. Pero no libertad de los no fumadores para exigir que en ningún restaurante o cafetería de España se fume, eso no: el exceso en una libertad puede llevar a negar las libertades ajenas y a resultados tan monstruosos como el cierre del restaurante de Marbella. A partir de una idea cierta (fumar es malo para los fumadores y para los que les rodean) los socialistas crean un sistema espantoso de coacción y delación. ¿Tendría yo la libertad para ir a cualquier cafetería de Madrid y exigir que todo fuera a mi gusto, que no hubiera rock duro de fondo, que no hubiera mujeres besándose en la boca, que no hubiera fotos del Che Guevara? Creo que no.

La hipocresía del gobierno se ve en una casualidad: el nivel de polución atmosférica ha superado en Madrid todos los niveles legales. Desde mi oficina se ve a lo lejos una torre muy alta, pero estos días no se ve, como si hubiera niebla; y por la noche no se pueden ver las estrellas. ¿Preocupa mucho el tabaco de un bar pero da igual esta situación inaceptable? Todo el remedio que han dado el Estado y el Ayuntamiento es que a ver si está de Dios que llueva y se limpie la atmósfera, si no habrá que resignarse.

En fin, este terror contra los fumadores evoca en mí los meses de angustia por la amenaza de la Ley de Libertad Religiosa, que al final no se presentó. ¿Habría habido con los católicos y sus símbolos la misma saña que se usa para perseguir a los fumadores? ¿Habría podido exigir un ateo su libertad para entrar en cualquier sitio sin ver imágenes religiosas? ¿Habrían cerrado el restaurante de Marbella por tener una imagen de Santa Marta en la pared? ¿Habría sido yo denunciado por tener en mi oficina administrativa una imagen de la Sagrada Familia?

(Aclaración: ni soy ni he sido nunca fumador, y me molesta mucho el olor a tabaco en mi ropa)

viernes, 11 de febrero de 2011

Suicidio bloguero

Cada vez que cierra un blog
recuerdo aquel post mío
tan exacto
sobre la vocación bloguera.

martes, 8 de febrero de 2011

Objetivamente

-Ya no te interesan mis cosas- le dijo ella con cariño, mientras le pasaba la sopa.

-Bueno, es que tus cosas son objetivamente poco interesantes- le respondió él.

...


Al día siguiente ella recordó muchas veces esa respuesta. Él la dijo sin mala intención, sin afán de hacer daño, describiendo la realidad.

Sí, él tenía razón: sus cosas eran objetivamente poco interesantes. La ayuda a los pobres del centro social, las clases de manualidades, el gimnasio: nada de eso requería una gran inteligencia ni una gran habilidad. Cualquiera podía hacerlo. A ella le divertían, le pasaban mil cosas que luego le contaba a él en la cena y que a él parecían divertirle. Pero no exigían una gran inteligencia, mucha de la gente que lo hacía con ella era más bien mediocre. ¿Alguien haría una película sobre un alumno de manualidades o de gimnasia? Él tenía razón: nada de eso era, objetivamente, interesante (quizá confundiendo "interesante" con "importante").

Se acordó de cuando se conocieron. Ella iba muchísimo al cine y a las exposiciones de Madrid, le encantaban. Siempre estaba enteradísima de todo y podía mantener largas conversaciones con gente que entendiera de cine o de arte. Él le acompañaba, se querían tanto al inicio, pero fueron dejando de ir, poco a poco, incluso antes de casarse: a él le aburría todo aquello y a ella eso le daba pena. Ya no tenía ni idea de las películas (salvo las que veían en la tele) ni del arte reciente. Pero tampoco le pareció algo importante en ese día triste: ¿si ella hubiera seguido con eso a él le habrían parecido cosas "objetivamente interesantes"? Seguro que no: daba igual haber seguido yendo o haberlo dejado, daba igual.

En fin, pensó que una construye una pareja para que las cosas objetivamente poco interesantes se vuelvan subjetivamente muy interesantes, para que el otro se fije en el detalle que a los demás les pasaría desapercibido, y así, de esta forma, salvarse ambos del mundo, de la inmensidad del mundo donde no somos casi nada mientras llega la muerte. Eso era lo que justificaba su matrimonio, huir de la dureza del juicio objetivo de cualquiera, sentirse importante.

...

Lo pasó bien ese día en la clase de manualidades, pese a ser algo objetivamente poco interesante.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Jejeje

Familiaridad: es algo importante en mi blog. Conoces una tienda nueva, un vecino nuevo, un pintor nuevo, un blog nuevo. Al principio no son nada para ti, pero cuando vuelves ahí una, dos, tres veces, te acaba siendo familiar, acaba siendo algo o alguien importante en tu vida. La última vez que salió esta idea fue al comentar la entrevista del zorro con el Principito de Saint-Exupery.

...

Vi el Argentina-Alemania del Mundial en una cafetería no muy cercana a mi casa. Me trataron bien, los camareros (emigrantes sudamericanos) eran muy simpáticos y la tapa de paella buena, así que desde entonces he vuelto varias veces: tomó café ahí los sábados, de camino al mercado. Todo se me ha ido volviendo familiar: los camareros, el dueño que cuenta y recuenta las facturas, el señor operado de laringe que habla a gritos, el grupo que todos los sábados espera a otros para comer, ...

Este sábado pasado vino alguien nuevo y se puso a mi lado. No me resultaba familiar. Era un gordo a quien los camareros sudamericanos parecían conocer ya.

-Buen día, señor, qué gusto volver a verle. ¿Una servesita?

-Sí, sí, pero qué no esté muy fría, vaya tiempo, jejeje.

-Hasía tiempo que no le veíamos, señor.

-Sí, sí, el médico me ha dicho que no beba, tengo que adelgazar, si no me puede dar un infarto, jejeje.

-Pero por una servesita, señor, ...

-Es que tengo que cortar, luego no ando nada, si no adelgazo me dará un infarto, jejeje.

Me giré para mirarle mientras se avalanzaba sobre su cerveza y su tapa de paella. Me cayó bien. Pensé que alguien que es capaz de decir "jejeje" después de contar que le puede dar un infarto y que no debe beber servesitas merece ser mirado con cariño. Ojalá venga todos los sábados y me acabe siendo familiar.