jueves, 30 de agosto de 2012

Días felices

Días felices en Cantabria, lo más parecido a Suiza en España (con mar): montañas verdes, lluvia en verano, vacas lecheras y trenes pequeños.

Días felices en la playa.

El Deportivo de La Coruña vuelve a Primera ganando al Osasuna y empatando heroicamente con el Valencia.

Leo una historia del Estado de Israel, otra de la familia real inglesa y un libro de cotilleos sobre la política española. Intento leer Diario de un cura rural, de Bernanos, pero todo es basura.

Me alegro de haber vuelto.

viernes, 17 de agosto de 2012

Hasta pronto

Queridos amigos:

Me voy unos días al norte de España, más fresco que Madrid,
y luego otros a la playa, en Levante.

Hasta pronto.

domingo, 12 de agosto de 2012

Concilio Vaticano (II)

Sigo leyendo las crónicas que el sacerdote periodista español José Luis Martín Descalzo publicó sobre el Concilio Vaticano II.

Cuenta con admiración y simpatía cómo el bloque de los obispos de "Centroeuropa" (Francia-Bélgica-Holanda-Alemania-Austria) maniobraron bien y lograron copar los puestos de las Comisiones conciliares, en perjuicio de los italianos, más afines a la Curia romana, más conservadores.

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El primer asunto importante que debatió el Concilio fue el de la liturgia. Me sorprendió saber que ya antes había habido permisos y licencias en ciertos temas, como el idioma de la Misa, el ayuno eucarístico, la Misa vespertina o la música, que pensaba que no habían comenzado a cambiar hasta después del Concilio. Los temas principales que se debatieron fueron el uso de las lenguas vernáculas en la Misa, su ritual, la posibilidad de poner una fecha fija para la Pascua, la concelebración, la Comunión con vino, la reforma del breviario. Este último (el breviario) y, sobre todo, el latín fueron los temas más debatidos, con dos bloques, uno más conservador, otro más renovador. Me impresionó la opinión de un obispo, contrario al abandono del latín: para el hombre contemporáneo el lenguaje litúrgico es algo ajeno, sea en latín, sea en lengua vernácula, como se ve en los vacíos oficios de los anglicanos. En la primera sesión conciliar (octubre-diciembre de 1962) no llegó a haber votaciones sobre la liturgia.

A esta discusión siguió la de las fuentes de la Revelación, donde el Prefecto del Santo Oficio, Cardenal Ottaviani, había hecho un "esquema" (borrador) tradicional, dando importancia a la Escritura pero también a la Tradición y al Magisterio, advirtiendo (una vez más) de los peligros del modernismo, previniendo de una interpretación demasiado científica del Evangelio. Muchos cardenales y obispos le atacaron duramente: eso era antiguo, basado en la censura, sin dar suficiente importancia al Evangelio, poco amistoso con los protestantes, poco amigo de los científicos modernos. Lograron ganar una votación sin mayoría suficiente para rechazarlo, pero el Papa Juan XXIII prefirió retirarlo y que se elaborara un nuevo esquema, más contemporáneo. El autor del libro explica así la diferencia entre conservadores y progresistas: para los primeros la Tradición y el Magisterio complementan el Evangelio, como si éste sólo tuviera el 80 o el 90% de la Revelación; para los segundos, todo el Magisterio y la Tradición han de basarse en el Evangelio, que contiene (aunque sin desarrollar) toda la Revelación.

Hubo en esa primera sesión (octubre-diciembre de 1962) discusiones más amables sobre los medios de comunicación y la relación con las Iglesias ortodoxas; comenzó la discusión, muy difícil, sobre el esquema sobre la Iglesia (De Ecclesia).

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Frase brillante que le dijo un obispo español: "En este Concilio da vergüenza no ser avanzado".

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La narración se complementa con anécdotas que ocurrían, que hacen más fácil la lectura: copia anuncios que aparecieron en los periódicos de Roma, ofreciendo coches de alquiler... ¡en latín!

viernes, 10 de agosto de 2012

Oh Jerusalén. Concilio Vaticano (I)

Leo Oh Jerusalén, de Dominique Lapierre y Larry Collins, sobre la independencia de Israel. La Asamblea General de la ONU decidió que, al abandonar los británicos su mandato sobre Palestina en mayo de 1948, se creara no sólo un Estado árabe, sino dos, el segundo para los judíos. El libro narra -muy bien- la dura lucha que hubo los meses previos entre los árabes y los judíos por controlar la mayor parte del terreno, con la cruel indiferencia de los británicos, sólo preocupados de garantizar su salida. Tras la proclamación del Estado de Israel (que dudaron hasta el final en llamarle Sión) la lucha pasó a ser una guerra entre Estados, con Israel por un lado y los Estados árabes (Egipto, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita y lo que entonces se llamaba Transjordania) por otro, centrados en la conquista de Jerusalén (que la decisión de la ONU exigía que fuera una ciudad internacional).

La tesis del libro es que los judíos eran listos, trabajadores y austeros y que los árabes eran tontos, vagos y vividores, y que por eso Israel acabó ganando la guerra a sus vecinos y -veinte años después- consiguiendo todo el control de Jerusalén.

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Empiezo a leer las crónicas periodísticas que el sacerdote español José Luis Martín Descalzo mandó a un periódico español sobre el Concilio Vaticano II. Cuenta cómo el día de la sesión inaugural se cansó de la ceremonia y se fue a dar un paseo por el barrio romano vecino. Entró en trattorias, en tiendas, en estaciones, le dio pena ver cómo los romanos vivían al margen del acontecimiento, sin oírlo por radio ni verlo por la tele. Sintió que el pueblo de Dios se había alejado de la Iglesia, pero se alegró: el Concilio que ahora nacía iba a arreglar esto.

Qué ingenuo.

lunes, 6 de agosto de 2012

Amanecer en el lago

Un amigo me pidió que le presentara un papel en una oficina administrativa. Me dijo que abrían a las 8 de la mañana, pero era un error: abrían a las 9. Me enfadé. Decidí aprovechar el tiempo e ir al cercano Parque del Retiro, a ver su lago rectangular. Amanecía. El sol se reflejaba en al agua, que era de color plata brillante. Dos locos del remo ya iban de un lado al otro en sus canoas, al alejarse se convertían en manchas móviles. Silencio, el único ruido era el gluglu de los inmensos peces que asomaban la cabeza un momento. La estatua de Alfonso XII era otra mancha en el agua quieta. Me sentí cerca de Dios, recé.

Se me ocurrió que a lo mejor dentro de dos o tres meses, cuando vuelva el frío, mi recuerdo más fuerte del verano sea esta escena.

Me acordé de algo que contaba Andy Warhol. Le invitaron a una fiesta de gran lujo en Venecia. Estuvo meses ilusionado, preparándola. Para ir del hotel a la fiesta cogió un taxi, el taxista era muy simpático y hablador (quizá guapo, no sé). Pasaron los meses, olvidó la fiesta, todo el recuerdo de Venecia que le quedó fue el viaje en taxi con el taxista simpático.

jueves, 2 de agosto de 2012

Valientes

En Madrid hay dos grupos muy valientes. Uno son los protestantes que difunden su fe. Otro son las lesbianas, que se besan o se cogen de la mano cuando les parece oportuno. A veces van dos de ellas solas en el Metro, el resto del pasaje son tíos de aspecto agresivo, y no tienen ningún reparo en darse un beso. Ellas son mi modelo de valentía.

Y ¿cuándo necesito yo un modelo de valentía?

Cuando voy rezando el rosario por la calle o en el autobús, con mi pequeño rosario de dedo, y me cruzo con gente joven bebida o con señoras de aspecto socialista o con un tipo barbudo, o se me sientan al lado en el autobús, y tengo una reacción instintiva de esconder el rosario o echarlo en el bolsillo. En ese momento me acuerdo de las lesbianas valientes y, con la ayuda de Dios, no lo escondo: porque igual que ellas pelean por no ser consideradas ciudadanas de segunda, vergonzantes, así los católicos en España hemos acabado teniendo que echar valor para cosas elementales, como rezar el rosario por la calle.

Todo ello, con la ayuda de Dios.