martes, 31 de marzo de 2015

Tarjeta, regalo

Pierdo la tarjeta de la que os hablé.

Pido una nueva, con 0 €, y recuerdo -una vez más- él consejo de Kipling:

"Si vuelves al comienzo de la obra perdida
aunque esta obra sea la de toda tu vida".

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Voy al cine.

Hay dos puestos de venta de entradas.

La pareja delante mía, muy simpática, se vuelven y me dan un papelito: es un descuento para la entrada, ellos tienen otro y no lo van a usar, me lo regalan. "Gracias", les digo. Pero pienso rápido: un gentleman no acepta regalos de desconocidos, un gentleman no pide rebajas en el cine. Pido  a Dios que compren su entrada rápido y se vayan, pero no puede ser, ahí siguen y él me mira. Compro la entrada sin descuento. Noto que él me mira con odio. Me voy, aún queda un rato para la película.

"¿Por qué tengo que ser como soy?", me digo paseando, "¿cómo voy a acabar?".

Miro por curiosidad el descuento: el plazo para usarlo acabó dos días antes de estos hechos.

martes, 24 de marzo de 2015

Tarjeta

Es importante tener objetivos que den sentido a tu vida.

En el supermercado me hicieron una tarjeta con mi nombre. Cada vez que compro, la cajera la pasa por una ranura y me suma el 1% del gasto. En realidad, gano un poco menos: si gasto 12,54 € me suman 0,12 € (12 céntimos), el resto se pierde. En el futuro podré descontar ese dinero de una compra.

Cuando tenga ahorrados 10 € me llevaré una caja azul de bombones Lindt. Por supuesto, cualquier día podría comprármela, pero me hace ilusión que me la regale el supermercado. No me basta con gastar 1.000 € por la pérdida de centésimas y milésimas que he explicado en el párrafo anterior. No soy capaz de calcular cuántos meses tardaré en lograr esa gran cuantía: mi compra media suele ser de unos 8 o 9 €, pero no voy todos los días a la compra.

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El otro día iba un chico guapo delante mío. Era evidente que a la cajera -madura- le gustaba. "Si quieres te veo el saldo", le dijo. "Hace mucho que no lo veo", respondió él. "Pues ésta es la ocasión". Tenía ¡37 € ahorrados! El chico guapo sonrió pero no lo dio gran importancia: se ve que tenía otros objetivos en la vida, más elevados que las cajas de bombones Lindt.

viernes, 20 de marzo de 2015

Vie en rose

¿Viste esas escenas de película en que dejan de ocurrir cosas, suena la música y la cámara va barriendo las calles de Nueva York o de París?

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Cojo el autobús para un trayecto corto. Conduce un conductor gordo que saluda amable. Le gusta la buena música: lleva la radio muy alta y salen -sucesivamente- el Va pensiero de Nabuco y La vie en rose. Me siento, observo por la ventana. En una peluquería de animales una chica corta el pelo a un perro muy dócil. En un banco una señora saca dinero del cajero automático y tapa con el brazo la escena para que nadie vea lo que teclea. Tres adolescentes de falda escolar cortísima ríen alocadamente. Fuera de un bar, con las copas sobre un tonel, tres hombres hablan con pasión, supongo que de fútbol. Un matrimonio de viejos muy viejos caminan juntos, despacio, agarrados del brazo.

Estuve tentado de seguir más allá de mi parada, pero me bajé.

Quand il me prend dans ses bras
Il me parle tout bas,
Je vois la vie en rose.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Católicos ingleses

Leo Brighton Rock, de Graham Greene.

(No leas este post si vas a leer el libro).

Un joven extorsionador y asesino, jefe de una banda miserable, comete un error y es visto por una pobre camarera. Temeroso de que ella le delate en un juicio la enamora y se casan para que ella no pueda -por la Ley- declarar en contra suya.  Ambos son católicos -como el autor de la novela- pero no pueden casarse por la Iglesia pues son menores de edad: han de hacerlo en un juzgado siniestro. Él la odia y desde el primer día planea cómo matarla, del mismo modo que va eliminando a otros testigos incómodos.

La novela se desarrolla unos años antes de la Segunda Guerra Mundial.

Me llamó mucho la atención que, pese a que ambos han tenido una vida miserable, han recibido una formación católica muy fuerte. Durante toda la novela, en las situaciones más absurdas, vuelven a sacar sus cinco ideas católicas, muchas veces con temor o con rabia. Según va acercándose el final, donde es claro que alguien va a morir, las cinco ideas aparecen con más frecuencia. Me refiero a los siguientes principios, ignorados hoy por muchos católicos de su edad:

1º- Hay cielo e infierno.
2º- Hay pecado mortal.
3º- Quien muere en pecado mortal va al infierno.
4º- Sólo la confesión o el arrepentimiento en el último minuto quita el pecado mortal.
5º- El matrimonio -incluso el civil- es para siempre.

La escena más chistosa: cuando se van a casar por lo civil y ella va a la iglesia a confesarse para casarse "en gracia" (sin pecados pendientes). En el último momento comprende lo absurdo de su idea y no va.

lunes, 16 de marzo de 2015

Manifestación

Manifestación en Madrid contra el aborto.

Tiene un tono festivo pero yo voy sin ninguna esperanza. Sólo me mueven el sentido del deber y la solidaridad con tantos embriones sin futuro.

Fotos terroríficas de fetos troceados. La mejor pancarta: "Las mujeres merecen algo mejor". Hay, en parte, un aire religioso: sacerdotes jóvenes con alzacuellos, banderas del Vaticano o de España con el Corazón de Jesús, una pancarta que proclama "el aborto mata el cuerpo, el pecado mata el alma".

Sólo hay algo divertido: la gente joven y guapa, con chalecos brillantes, que pasan con una hucha pidiendo euros para pagar los gastos.

Admitámoslo: no había mucha gente. Al final toda la manifestación estaba comprimida entre la Cibeles y la Puerta de Alcalá. Nada que ver con las que hubo -en el mismo lugar- en los años de Zapatero, cuando aún esperábamos que algo pudiera cambiar.

Me voy cuando empiezan los discursos.

Hace frío.  

viernes, 13 de marzo de 2015

Blogs, niñez

Paseo por nuevos blogs. Algunos tienen posts inmensos, de 10 o 15 párrafos largos. Siento que a veces estamos muy solos.

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Qué absurdo eso de creer que el pelo largo te hace más joven. Al final comprendo mi error y voy a la peluquería.

Como siempre, voy a la peluquería de mi niñez, en el barrio de Argüelles. El dueño es el hijo del peluquero de entonces. Hablamos de política. Luego paseo por los mismos sitios en que estuve de niño y de joven. Es algo impresionante para ante una tienda o ante un portal y pensar "acá, exactamente acá, estuve hace cuarenta y cinco años, con mi padre". Todo son recuerdos: en esa casa vivían los hare-krisna; allá hubo un desalojo por una (falsa) amenaza de bomba, todos los vecinos en bata; en esa tienda estaba la papelería elegante donde compraba mi abuela; ahí discutía con mis compañeros del colegio sobre religión.

Me imagino a mí mismo, de niño, pensando cómo sería mi vida a los cuarenta y nueve años. Doy gracias a Dios: mi vida es mucho mejor de lo que yo -niño pesimista, joven pesimista- imaginé. Hasta soy feliz, pese a todo.   

lunes, 9 de marzo de 2015

Tormentas, escritores, conejo

Oigo tormentas en mi cabeza.

Es una desgracia oír tormentas en tu cabeza. Pero si sabes que las tormentas no existen, aunque tú las oigas, si sabes que en realidad son cañerías de agua, has dado un paso para curarte.

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Hay un ranking del olvido entre los escritores muertos.

Saco varios libros de la biblioteca pública. Curioseo la pegatina del inicio, donde los bibliotecarios te ponen el día que lo has de devolver. El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald (muerto en 1940), fue sacado catorce veces en 2014 y tres en 2015. El americano impasible, de Graham Green (muerto en 1991), fue sacado una vez en 2014 y otra en 2015; El cónsul honorario, de este autor, no había sido pedido desde marzo de 2011.

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Por primera vez cocino conejo en casa.

Echo aceite, echo cebolla, echo el conejo en trozos, echo harina, echo vino blanco, echo cáscaras de naranja, echo zumo de naranja, echo hierbas. En una hora queda blando y bueno.

Mientras preparo el conejo aparece su pequeño corazón muerto. Me acuerdo de la canción de unas horas antes, en Misa: "convierte mi corazón de piedra en un corazón de carne".

miércoles, 4 de marzo de 2015

Medinaceli

Quedan tres días para el primer viernes de marzo. Miles de devotos harán cola durante horas para besar el pie de Jesús de Medinaceli.

Al atardecer del martes (ayer) voy por la zona. Ya ha empezado la fila, no junto a la iglesia (pues molestaría a las tiendas vecinas a la basílica) sino en la manzana siguiente. Las primeras señoras han hecho una tienda común de plástico, con bordes rígidos, como un invernadero, con una puertecita para entrar y salir. Dentro tienen tumbonas de playa para descansar durante el día y dormir durante la noche. Cuando paso están merendando bocadillos. Después de esta tienda hay una larga fila de sillas (dos manzanas) atadas a la pared: son los devotos que sólo pasarán aquí la última tarde y la última noche antes de que basílica abra el viernes de madrugada. En las sillas hay un cartel que indica el propietario y el número de puestos que se reservan: "Familia Lozano, 25-31". "Soledad López, 32-36". "Antonio de la Fuente, 37". Algunos reservan 20 o 25 puestos, no sé cómo van a caber. Una gorda está atando su silla al final de la cola, sostiene en la boca el cartón para poner su nombre y su reserva.

Vuelvo a pasar por la noche, tarde. No hay nadie sentado en las sillas. En la tienda de plástico sólo hay una señora, las otras habrán ido a tomar café. "Buenas noches", le digo. "Buenas noches", me responde.

Ojalá Jesús sepa valorar lo que hay de verdadera fe en todo esto.

La noche es templada, menos mal.

lunes, 2 de marzo de 2015

Pobre, almendros, frivolidad

Ya lo conté en el post de Ojo Humano: se vino a vivir un pobre a un banco de mi barrio. Un vecino bueno le regaló una tienda de campaña de la marca Quechua, muy fácil de abrir y de cerrar. Durante el día la tenía guardada en un portal abandonado, junto a sus bolsas.

La tienda ha desaparecido, imagino que alguien se la robaría.

El sábado pasé junto a su banco a las 12 de la mañana. La imagen terrorífica era ésta: su saco de dormir completamente cerrado, como una mortaja, y de un extremo salían sus pelos sucios.

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Voy a ver  los almendros recién floridos del Parque del Retiro. Hubo viento y muchas hojitas blancas habían caído al suelo. La gente hacía fotos ridículas, posando como japoneses.

Los almendros que ya no podré visitar son los que había frente al Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Durante el invierno los talaron para asfaltar la salida de coches oficiales. Es chistoso que esto lo hiciera -precisamente- el ministerio encargado de cuidar la agricultura y el medio ambiente.

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La frivolidad de escribir sobre el pobre de mi barrio y los almendros del Retiro
mientras secuestran cristianos en Siria,
mientras matan manifestantes en Venezuela,
mientras secuestran niñas en Nigeria,
mientras se matan en Ucrania.